CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

HOMILÍA PARA EL VIERNES SANTO 2015

CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL VIERNES SANTO. 2015. CICLO B
Isaías 52,13-53,12; Salmo 30; Hebreos 4,14-16;5,7-9; Jn 18,1-19,42

Hermanos y hermanas.

Acudimos con pasos vacilantes a la celebración del viernes santo, pues nuestro divino redentor ha muerto y con él nuestra esperanza; los gritos que aclamaban al Señor como Rey el domingo de ramos cuando hacía su entrada triunfal a Jerusalén, hoy gritan con furia, resentimiento e ignorancia, crucifíquenlo; los cantos de alegría del domingo de ramos se han silenciado para convertirse en ordenes de muerte, en juicios de condena para aquél que proclamándose Hijo de Dios curó a los enfermos, perdonó a los pecadores y anunció el año de gracia del Señor; el amor en otra hora profesado hacia Jesús por parte de los apóstoles ha desaparecido, enseñoreándose el beso traidor de Judas, que condujo al Señor de la vida hasta el patíbulo de la cruz.

Ahora vive Jesús una cruda realidad

Su compañera es la soledad y por supuesto el amor inconmensurable de su madre, quien así como sostenía en su regazo a Jesús cuando era niño, sostiene ahora entre sus manos su cuerpo ensangrentado.

Este viernes santo lejos de ser un simple recuerdo, se repite en la vida del mundo todos los días, el hombre y la mujer de hoy siguen siendo crucificados por los vicios, tales prácticas los conducen al sepulcro de su propia muerte, pues cerrando sus oídos a la voz del Señor han preferido la muerte a la vida; en el concierto del mundo la vida misma camina con miedo rumbo al calvario, pues quienes se creen dueños de la misma la mutilan día a día como si fuera una mercancía barata digna de ser tratada como basura; no podemos decir que el viernes santo ya ha pasado, la sangre derramada por Jesús se sigue derramando ahora y con más fuerza;

La muerte del justo se repite en el aquí y en el ahora de nuestro acontecer cotidiano

Mueren padres de familia, mueren madres de familia y se asoman entonces los hijos huérfanos gritando con desesperación en medio de la soledad de sus vidas a ejemplo de Jesucristo clavado en una cruz: “Dios mío, porqué nos has abandonado”, asistimos hoy a la muerte del mundo entero, carente de vida porque ya no cree en Dios, su desprecio pertinaz lo ha convertido en un cadáver que huele mal porque el aroma de Dios se ha extinguido.

Hermanos y hermanas asumamos nuestra culpa, pues con nuestros actos y palabras hemos crucificado al salvador y con él hemos matado la vida; como Judas hemos vendido nuestra dignidad por treinta monedas; por treinta monedas los principios y valores de muchos han sido comercializados, por treinta monedas la corrupción se ha introducido en las esferas de la sociedad y con ella Cristo ha muerto; es hora entonces de morir con el Justo para resucitar a una vida nueva.

Es hora de morir a nuestros intereses contrario a las prácticas del sanedrín, sólo así viviremos con el Señor, es hora de darle crédito a las palabras de Pedro. “Daría mi vida por ti”, pues estas palabras resonando en lo más profundo de nuestras entrañas, no nos permitirán caminar por senderos de muerte, de corrupción, de violencia, de egoísmo y de guerra, no podemos vivir a diario gritando a viva voz y con orgullo las palabras de muerte petrinas.

“A ese hombre no lo conozco”

Eso sería seguir crucificando al Señor; por el contrario, porque conocemos a Jesús, nuestro compromiso ha de ser el de sembrar la semilla de la vida, de la justicia y de la paz, desechando de una vez y para siempre la mala hierba de la violencia sin sentido, de las crucifixiones a inocentes y de prácticas que implican seguir crucificando al Señor sin temor y sin remordimiento alguno.

Hermanos y hermanas, la noche oscura del dolor, tiene que convertirse en luz de vida y esperanza para los pueblos, la noche oscura del crucificado ha de ser para nuestro contexto el preludio de un día sin ocaso, en el cual brille la luz de la paz y de la reconciliación social; en este viernes santo  hemos de morir con Cristo para resucitar a una realidad nueva de progreso y desarrollo en nuestro pueblo y en el mundo entero.

Que la Virgen del silencio, nos susurre al corazón, “morir con Cristo es ya vivir con Él”.

P. Ernesto León D. o.cc.ss.

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