Las tradicionales campanas navideñas antiguamente cumplían la misma función que las velas, ahuyentar a los malos espíritus.
Al sonar las campanas navideñas de las catedrales y las iglesias, indican para los cristianos el momento del culto y la oración, siendo un llamado a la meditación y la reflexión.
Son también un símbolo de la alegría de la navidad por lo que siempre deben estar presentes en los árboles y en todos los hogares.
El uso de las campanas para anunciar cualquier acontecimiento más o menos notable es muy antiguo, pero en la Iglesia comenzaron a usarse en un tiempo relativamente tardío.
El aviso para los Oficios Divinos, en los primeros siglos, se hacía de viva voz; parece que existieron unos diáconos, cuyo nombre era «cursores», que avisaban de casa en casa.
El uso de las campanas aparece en la Iglesia Occidental, en el siglo VII y en la Oriental, parece que no se usaron antes del siglo IX, apareciendo las primeras campanas en Santa Sofía de Constantinopla. Láminas de madera, golpeándolas unas contra otras; una barra de metal, bocinas o trompetas (prescritas por la Regla de San Pacomio para congregar a los monjes).
Cuando se pusieron en uso las campanas, en un principio, no había más que una en cada iglesia, multiplicándose posteriormente.
Al crecer el número de campanas, como asimismo el volumen de las mismas, se vio la necesidad de construir torres para colocarlas debidamente y para que la sonoridad de las mismas pudiera esparcirse más.
OFICIO DE LAS CAMPANAS
Las voces de las campanas, fomentan las relaciones espirituales y nos ayudan sobrenaturalmente recordándonos aquella festividad que se conmemora o aquella función religiosa que va a celebrarse; excitan en nosotros sentimiento de tristeza, si doblan a muertos, o nos dan alegría, si sus repiques recuerdan alguna efemérides célebre o algún acontecimiento que no debe pasar desapercibido, o incluso, nos dan a veces la señal de alarma, por algún peligro que se cierne sobre nosotros.
BAUTISMO DE LAS CAMPANAS
Poniendo de manifiesto la importancia de las campanas a la solemnidad con que se realiza su bautizo, cuyo acto ritual cumple el Obispo, o su delegado revestido con capa pluvial blanca, acto que tiene lugar de la manera siguiente: se reza por quien bendice junto con los otros Ministros asistentes los Salmos 50, 53, 56, 66, 69, 85 y 129. Se bendice la sal y el agua con la que se lava la campana; después se seca con un trapo, rezando los otros Salmos. El Oficiante hace con el pulgar de la mano derecha sobre la campana una cruz con el aceite de la Santa Extremaunción; y dice una oración que se refiere a las trompetas de los hebreos convocadoras del pueblo, y después, bendice la campana, invocando las virtudes de los metales fundidos contra los elementos diabólicos y adversos.
Limpia la campana de la cruz hecha; el coro canta la antífona con el Salmo 28; entre tanto el Oficiante practica siete cruces con el dedo mojado en aceite en el exterior, y con el Crisma, cuatro en el interior, diciendo: Sancti ficetur et conse cratur, Domine, signum istud. In nomine Pa tris, et Fi lii, et Spiritus Sancti. In honorem Sancti N. Pax tibi.
Otra oración bendicional, esparcimiento por dentro de la campana del humo del incienso, rezo del Salmo 76 y, por fin, lectura por el diácono del Evangelio introirit Jesus quoddam castelium del capítulo 10 de San Lucas.
Cuando en los días de Jueves Santo y Viernes Santo, las campanas enmudecen, tocan para señalar las fiestas o actos del culto, la matraca, que es una rueda de madera que hay en el campanario y que al dar vueltas los mazos de madera de que está compuesta, resuenan como unos timbales destemplados, produciendo un sonido seco y extraño, que no obstante de sus pequeñas dimensiones, se percibe el sonido a bastante distancia.
Cuando en un campanario, se coloca una campana nueva bautizada y apadrinada, era costumbre en aquellos tiempos, que el Señor Deán, u otro miembro del Cabildo Catedralicio, se trasladara al lugar de procedencia y con un diapasón medía el sonido de la mencionada campana, y soplando con dicho instrumento, comprobaba sus notas nominales.
El diapasón: es un instrumento usado para comprobar el sonido o nota que ha de producir.
TOQUE DE TEMPESTAD
Se sabe de algunos casos de morir electrocutados los campaneros o sacerdotes encargados de tocar las campanas en época de tempestad; por ello ha ido desapareciendo esta costumbre.
En Casa de la Selva, había una costumbre de tocar las campanas durante las tempestades, costumbre arraigada en otros muchos lugares con el propósito de espantar las tempestades, hasta que el Ayuntamiento de dicha población estimó peligrosa dicha práctica y que la manera de prevenir posibles desgracias consistiría en dotar las Iglesias de pararrayos, por lo que acordó prohibir el toque de campanas en caso de tempestad. El Vicario General de esta diócesis creído que la práctica de tocar las campanas en las tempestades era piadosa, se levantó contra tal acuerdo que fue confirmado por el Gobernador Civil de la Provincia; después recurrió contra el Tribunal del Contencioso administrativo, que se declaró incompetente para conocer de la demanda; pues las gestiones de Seguridad e Higiene podían ser objeto de contencioso.
Esta prohibición fue establecida a la vista de los casos que habían ocurrido al morir electrocutados los campaneros que se atrevían a tocar a mal tiempo a causa de caer en el campanario un rayo.
LAS ÚLTIMAS CAMPANAS
La CAMPANOLOGIA, en Huesca, está en trance de desaparecer, pero lo grave es, que también están a punto de desaparecer los profesionales de las campanas, los campaneros, llevándose con ellos el testimonio vivo de su saber y su arte, por fortuna el antropólogo de las campanas, FRANCESC LLOP I BAYO está rescatando los toques de campanas de Aragón.
Según él, también nos cuenta, que en el extranjero hay numerosísimos trabajos sobre campanas y una extensa bibliografía, asociaciones de campanas – de hasta 20.000 afiliados y una revista semanal, como es el caso de Inglaterra -, en España, en cambio, no hay hecho casi nada, y segundo, porque queremos saber cómo ha funcionado este hecho cultural, comunicativo.
– En las campanas hay tres aspectos: El histórico, inscripciones y archivos; el musical y el aspecto cultural y Social: Lo urgente es ahora estudiar este último, que es lo que está desapareciendo.
El problema es que los campaneros están en trance de desaparición.
Ya sólo quedan en todo Aragón unas docenas de personas que saben tocar las campanas; – la casi totalidad muy mayores -, de los cuales continúan tocando en la actualidad un pequeño porcentaje. Lo acuciante es recoger los toques que saben.
El trabajo es urgentísimo «recoger» a todos los campaneros, no sólo lo que hacen, sino qué técnicas emplean; las manos, los pies, los codos, subidos a la escalera, encima de la campana o debajo de ésta desde la calle… y luego, el resultado que se obtiene con esas técnicas; Qué es lo que toca y qué significa. El resultado de este enorme esfuerzo será una monografía de cada sitio y un informe comparativo de todos ellos, base para la tesis doctoral del mencionado Antropólogo. Ha sido según él, la colaboración de la grabación, realizada en unos cuantos días, toques de campanas de unos cuantos lugares de Aragón y de Valencia para el archivo de música Digital Tradicional de París, dependiente de la UNESCO.
«Hablando de campanas» el origen en estos momentos, es muy difícil de establecer. La Campana es un instrumento más antiguo que el tam-tam ya que trabaja por categorías, que es una forma anterior de hablar.
Funciona por categorías temporales y sociales.
Hablan de partes del tiempo; así, el toque de media mañana es a misa, pero también que las mujeres lo dediquen para hacer la comida y los hombres, paren un rato. Al ser los toques más largos para adultos que para niños, para ricos que para pobres, para hombres que para mujeres, éstos reproducen categorías sociales.
El empleo de la repercusión es muy antiguo. Pero el empleo de campanas en Europa parece que empieza en el siglo VII; en el VIII y el noveno se dan normas de toques; pero éstos no se parecen nada a los de ahora. El Concilio de Trento marca la época en que se delimita ser los toques en las Catedrales y grandes parroquias.
– Los toques de campanas son ese medio de comunicación tradicional que transmite mensajes que la gente escucha y sabe interpretar; que constituye el tiempo comunitario, marcando ritmos temporales colectivos; los toques también indican el espacio donde ocurren cosas importantes para el grupo y asimismo cierta representación de la estructura Social. Lo religioso y lo civil están completamente mezclados.
¿Alguna anécdota curiosa?
– Sí, por ejemplo, que en Zaragoza, por Semana Santa, mataban las campanas. Decían que como Dios estaba muerto las campanas morían también. Las ataban en posición horizontal y no sonaban hasta el Sábado de Gloria. En el Pilar mataban incluso a la campana Pilar, que era la que estaba en el centro. La gente creía que las campanas alejaban las tormentas. Cuando el Campanero de Ateca toca contra las tormentas, lo interpretan así:
Tente nublo
tente tú
que Dios puede más que tú.
Si eres agua ven acá.
Si eres piedra vete allá.
El toque contra tormenta solía coincidir con la salida del cura a esconjurar; si, pese a todo, tronaba mucho, y es que el cura era mal esconjurador o que el campanero tocaba mal. A veces decían que el campanero lo hacía mal aposta, porque le pagaban poco.
En otro lugar había una campana milagrosa y buena, porque una vez, cuando se cayó, mató al único que no era del pueblo, al forastero.
¿Y los toques?
– En cada sitio los toques son distintos, y distinta la técnica y los ritmos. El número de toques valía mucho; desde seis en los pueblos pequeños hasta pasar de cien en una ciudad grande.
En Aragón no han encontrado toque de alarma. Ni toque para llamar a los cazadores a que se despierten y salgan (esto lo hemos oído en Castilla). Tampoco el de dula, que era cuando salía el pastor comunitario; y eso que la dula es una institución muy aragonesa, y tuvo que existir ese toque. Ni de compra-venta; como lo hay en Cataluña. ¡Ni el de llamar a los quintos, como en Castilla! Pero sí se han encontrado toques de muertos muy variados; en Alcorisa, había tres toques de muertos: de tercera, de segunda y el entierro gordo.
Tampoco han sido hallados toques de bodas, de parto, bautizos y Comuniones. Pero Sender, habla de toques de nacimientos en Chalamera.
Toques de niño muerto con el bautizo. Por cierto, que a los toques de niños muertos se les da muchos nombres: mortijuelo, parvulillo, infantico, retajo, Funeral de Angel y funeral de Gloria.
– También hay técnicas de campanas muy raras y con toques muy raros.
Por ejemplo, donde hay sólo dos campanas, como es el caso de los pueblos pequeños, se repica con una cuerda en cada mano. Para repicar cuando hay tres campanas, se utilizan tres cuerdas a cada badajo correspondiente. Cuando hay cuatro campanas, la cosa es más sencilla porque salen más notas musicales, y aunque éstas son más complicadas, en el arte de los repiques de las mismas; porque éstas el campanero tiene que tener sujetas en ambas manos una cuerda que lleva dos campanas e igualmente otra, que lleva otras dos, y tocan a su ritmo las cuatro a la vez. Ahora bien, cuando se trata de voltear las campanas, eso ya es otra historia; cuando la campana es grande, intervienen varias personas.
En las ciudades, los campaneros solían combinar una profesión con otra – como la de zapatero -, que le permitiese subir a la torre las seis o siete veces que tenían que hacerlo al día.
En Teruel, los campaneros viven en la torre todavía.
LEYENDA DE CAMPANAS
De todas las campanas famosas, ninguna merece tanta fama como la de Velilla, villa aragonesa que en otro tiempo formaba parte de la baronía de Quinto. Otras campanas son célebres por su tamaño, por su valor o por la distancia a que se oye su tañido; la de Velilla, es porque tañe sola, o mejor dicho tañía, porque ya hace siglos que nadie ha visto repetirse el prodigio.
Tan notable campana, perteneciente a la iglesia o ermita de San Nicolás, dícese que en otro tiempo repicaba por sí sola siempre que iba a ocurrir alguna desgracia o desventura, lo que hizo que se le llamase campana del Milagro. La tradición supone que esta campana vino allende los mares, navegando sobre el Ebro, y en la mencionada iglesia, hay un antiquísimo retablo en el que se ve la campana pintada en compañía de barcos, siendo objeto de la devoción de una porción de figuras arrodilladas todas ellas con el traje godo, lo que hace suponer que la campana existía ya en tiempo inmemorial.
Además, el badajo, en vez de moverse como lo hacen todas, repica en cruz, primero a oriente, a poniente después, luego al norte y, por último, a mediodía, señalando así los cuatro puntos cardinales del mundo; y por si no era éstas bastantes maravillas, afirmase que el badajo ha crecido algunas veces hasta más de un palmo, volviendo luego a su primitiva longitud. Otras muchas cosas se cuentan, que con razón dan fama a la campana de Velilla, entre ellas, que jamás ha sido posible detener el badajo mientras estaba repicando, y que en cierta ocasión, habiéndose acercado a ella para adorarla un familiar del Santo Oficio, recibió en el rostro tan recio golpe. que cayó en tierra sin sentido y estuvo con cuartanas todo un año.
Casi innumerables son las veces que un suceso infausto para los españoles, o cuando menos para los aragoneses, ha sido anunciado por la famosa campana.
La última vez que sonó, parece que fue el 28 de marzo de 1667, aunque no falta quien afirma que ha vuelto a repicar en el siglo XVIII y hasta en el XIX; no hay que decir cuántas y cuáles habrán sido las extraordinarias hipótesis con que se ha querido explicar el prodigio.
El reverso de la célebre campana de Velilla lo tenemos en la de Saint-Gall, fundida por el monje Tancho para Carlomagno. La campana de Saint-Gall no tañía jamás, y su silencio no tenía más objeto que castigar una grave falta del fundidor.
Tancho, no pudiendo resistir a la tentación, había hecho una campana magnífica, pero la plata que debía entrar en su composición, se la había guardado bonitamente, sustituyéndola por vulgarísimo estaño. Colgada la campana de su campanario, el sacristán, el campanero, los chantres y hasta los soldados de la guardia del Emperador, hicieron varios esfuerzos para repicar: La campana permanecía muda. Por último, el monje fundidor, temblando de espanto, se acerca y tira a su vez de la cuerda; el badajo desprendiéndose por sí solo, cae y le aplasta en castigo de su crimen.
La campana de Nuestra Señora de París, tiene también su leyenda; aunque no la tuviese, la extravagante figura del campanero Cuasimodo, bastaría para hacerla célebre.
Todo el mundo sabe que desde el Miércoles Santo hasta el Sábado de Gloria, las campanas de las iglesias dejan de sonar en señal de duelo y son sustituidas por el estridente chirrido de las carracas. En muchas partes, creen las gentes sencillas que durante estos días se van las campanas a Roma, y en las orillas del Rin, los niños creen seriamente que hacen ese viaje para beber leche y comer miel en la ciudad Santa. La campana de Nuestra Señora va, naturalmente dirigiendo en tan largo viaje a las demás campanas de Francia.
En otra iglesia de Nuestra Señora, en la de Aquisgrán, hay una campana de la que se cuenta que al marcharse a Roma se lleva un trapo que los niños la arrojan al paso, y que le sirve como de vela en su navegación por los aires. El domingo de Pascua, por la mañana, la campana reaparece envuelta en un paño nuevo.
Vie, May. 22, 1998 ¿Ha oído alguna vez el lector hablar de las campanas de Ems? El diablo, a quién molesta todo lo que huele a iglesia, se cansó una vez de oírlas repicar y las arrojó, las ahogó, como dice el vulgo, en el pantano de Wahrendorf. Cuando se pasa junto a la laguna, no hay más que echar en ella una moneda y se oirá en el fondo el lejano repique de las campanas ahogadas que suenan agradecidas.
Los bretones del Armor aseguran que en el fondo del mar se oyen sonar las campanas de la ciudad de Ys, ciudad legendaria que en época desconocida se tragaron las olas.
No se sabe ni siquiera en qué punto del abismo se encuentra la ciudad; acaso viaja bajo las olas como los restos de un naufrago arrastrados por las corrientes. De un modo análogo, en las vacilantes costas de Holanda, donde la historia y la tradición citan tantas ciudades y aún provincias enteras sumergidas, los marinos aseguran que en tiempo de calma se ve a través del agua transparente los campanarios de las iglesias, y que los domingos se oyen perfectamente el repique de sus campanas.
Cerca de un pueblo de Alemania, junto al camino, encuentra el viajero una campana; he aquí como explica el vulgo su presencia en aquel sitio.
Una joven, que había servido de madrina a la campana el día que se la colgó en el campanario, fue a la iglesia para casarse. A la salida, hizo por broma señal de que bajase a su ahijada de bronce, que allá en lo alto de la torre repicaba a más y mejor.
La campana obedeció; desprendida del campanario cayó sobre el coche, y fue imposible sacarla de él hasta después de recorrer una gran distancia, cuando al fin se logró apearla, la dejaron al lado del camino, y allí sigue todavía, desde entonces, es costumbre que todas las novias que pasan junto a ella le hagan una cortés reverencia.
Recordemos, en fin, entre las campanas legendarias a la Saufang, la campana más antigua del mundo, que se conserva en el Museo de Colonia.
Su nombre significa «hallada por una cerda», porque se dice que una marrana, sin perdón, la desenterró el año 613 entre las iglesias de San Pedro y Santa Cecilia.
Es una campana pequeña, apenas de medio metro de altura, y a no ser por su tamaño, parecería más bien un cencerro de vaca.
SOBRE LA CAMPANA
Es opinión generalizada la que atribuye la mención de las campanas, a la Campania, (Italia) por haberse empezado a fundir allí las campanas más grandes y de más calidad del bronce.
Durante los años 604 a 606 se mandó que en todas las iglesias católicas, se colocaran campanas que tocasen en los Divinos Oficios, misas solemnes y festividades.
Las campanas simbolizan a los Prelados, predicadores y confesores, y así como ellos llaman a los fieles para que vayan a escuchar la Palabra Divina; a rezar y pedir a Dios, por el cumplimiento de todas las obligaciones del buen cristiano, los Predicadores y confesores con su ejemplo y persuasión, han de atraer a los fieles.
La dureza del metal de las campanas, significó la fortaleza y la constancia de los Prelados y Predicadores para reprender los vicios.
La Misa Mayor, se toca para aquellos fieles que concurren a presenciar el más grande Sacramento del Amor a Jesucristo y al alzar la Hostia se toca la campana más grande del campanario, en cumplimiento de la disposición de Gregorio IX, en 1240, para que los fieles que no estén en la Iglesia, recen con reverencia y pidan a Dios en aquellos momentos de augusta adoración.
Cuando se quiere anunciar que en una Iglesia hay sermón, se toca una sola campana, simbolizando que es un solo Evangelio el que predica la Iglesia, una sola doctrina y una sola ley de Cristo y la Palabra Divina.
Son tres toques de oración cotidianos, que todo el mundo conoce; son por la mañana, en rememoraciones de la Resurrección; al mediodía, en memoria de la Pasión y el vespertino, que es el más solemne, en recuerdo del supremo momento de la Encarnación.
Durante los días antes citados de Semana Santa, no se tocan las campanas al igual que a los Obispos, Pastores y Predicadores evangélicos, en los cuales en semejanza al símbolo bello que enmudecieron huyendo de la Pasión en aquellas fechas que estuvo Jesucristo en el Sepulcro hasta que resucitó.
En cambio, en las grandes festividades que la Iglesia conmemora, suenan todas las campanas para representar la gran y cabal alegría de la Iglesia Militante, a la imitación de la Triunfante.
Una disposición canónica dice que las catedrales tengan cinco o más campanas; las parroquias dos o tres; y las Iglesias de Ordenes mendicantes u Oratorios particulares, una.
En los Concilios celebrados en 1584, 1585 y 1590, prohibieron que las campanas se destinen a otros usos que los religiosos; pero en el siglo XVI, la Congregación de obispos y regulares dispensó de tal prohibición en casos de utilidad pública, como todos recordarán haberlos oído, anunciando fuego, mal tiempo, etc.
En época de los romanos las campanas tenían diferentes fines: indicaban la apertura del mercado, la hora de baños, avisaban el paso de los criminales al suplicio, la aproximación de un eclipse y otros acontecimientos en los que era costumbre señalarlos con las campanas. Además, se colgaban en el cuello de las bestias como amuleto para ahuyentar los lobos.
Hasta el siglo XIII, fueron de reducidas dimensiones las campanas, debido a las dificultades existentes.
El Rey Roberto, regaló en el siglo XI a la Iglesia de Orléans, una campana que tenía por grande y tan solo pesaba 2.600 libras.
La de Canterbury, se necesitaron veinticuatro hombres para tocar una campana.
La más antigua de las campanas de la iglesia, es la de Chumascah, en Irlanda, de antes del siglo IX y de 8 pulgadas de diámetro y un pie de altura.
La de Toledo (siglo XVI) tiene tres metros de diámetro y pesa aproximadamente 40.000 libras.
La de la Torre Nueva del Pilar de Zaragoza, según dicen pesa 9.000 kg.
En Francia, la más gruesa es la de Montmatre, que pesa 18 toneladas.
La de Birma en Amarapura, pesa 117.000 kg.
La más colosal de Europa, es y ha sido la de Colonia (Alemania).
Al lado de estas enormes campanas, parece que las de Gerona han de hacer un mal papel, pero no es así. Sin llegar a esos pesos extraordinarios, está la «Beneta» de la Catedral, que pesa 4.800 Kgs. y bien cerca de los 2 ms. de diámetro y en cuanto a sonoridad y antigüedad también es digna de tener en cuenta.
Desde el siglo XII, las inscripciones de las campanas se hacía fundiendo el metal, pero desde mediados del siglo XIII se pone la fecha a relieve, mejorando la parte estética.
La sonoridad de nuestras campanas, es lo más importante, más que la grandeza y el peso, sonoridad que no deja de tener un vivo interés, debido a la manera que ha sido construida y la composición de sus metales.
La misión de los campaneros, es llamar a los fieles a los actos del Culto, pero tienen otras misiones. Y en efecto, por el sonido de las campanas, se extiende a los cuatro vientos la fiesta religiosa que se está celebrando o se celebrará. (*)
(*) Fuente: «Historia de las campanas», por Pascual CALVETE HERNÁNDEZ publicado en «Campaners» nº 4, Gremi de Campaners Valencians, Valéncia, 1991