CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

DÍA CUARTO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO 9 DE AGOSTO

DÍA CUARTO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO

Oración para todos los días
Oración de S.S. Pio XII a Nuestra Señora del Tránsito

 

Oh virgen inmaculada, madre de Dios y madre de los hombres: Nosotros creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu Asunción triunfal en alma y en cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por todos los coros de los ángeles y por toda la legión de los santos: nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerte la pleitesía de nuestra devoción y de nuestro amor.

Sabemos que tu mirada, que maternalmente acariciaba la humanidad humilde y doliente de Jesús, en la tierra, se sacia en el cielo a la vista de la humanidad gloriosa de la Sabiduría increada y que la alegría de tu alma, al contemplar cara a cara la Adorable Trinidad, hace exaltar tu corazón de inefable ternura; y nosotros, pobres pecadores a quienes el cuerpo hace pesado el vuelo del alma, te suplicamos que purifiques nuestros sentidos a fin de que aprendamos desde la tierra a gozar a Dios, solo de Dios, en el encanto de las criaturas.

Confiamos que tus ojos misericordiosos, se inclinen sobre nuestras angustias, sobre nuestras luchas  y sobre nuestras flaquezas; que tus labios sonrían a nuestras alegrías y a nuestras victorias; que sientas la voz de Jesús que te dice de cada uno de nosotros como de su discípulo amado: «Aquí está tu hijo» y nosotros, que te llamamos Madre nuestra, te escogemos como Juan, por guía, fuerza y consuelo de nuestra vida mortal.

Tenemos la vivificante certeza de que tus ojos, que han llorado sobre la tierra regada con la sangre de Jesús, se volverán hacia este mundo, atormentado por las guerras, por las persecuciones, y por opresión de los justos y de los débiles, y  entre las tinieblas de este valle de lágrimas esperamos de tu celeste luz y de tu dulce piedad, alivio para las penas de nuestros corazones y para las pruebas de la Iglesia y de la Patria.

Creemos finalmente, que en la gloria, donde reinas vestida de sol y coronada de estrellas, Tu eres, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los santos; y nosotros desde esta tierra donde somos peregrinos, conformados por la fe en la futura resurrección, volvemos los ojos hacia ti, vida, dulzura y esperanza nuestra. Atraemos con la suavidad de tu voz, para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, a Jesús, fruto bendito de tu seno, oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

AMEN.

DIA CUARTO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO

PRECIOSA MUERTE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Por las diligencias del Apóstol San juan, o por ministerio de los Ángeles, como asegura San Juan Damasceno, todos los Apóstoles, a excepción de Santo Tomás, se habían reunido en la ciudad de Jerusalén, ansiosos de presenciar los últimos momentos de Nuestra Señora.

Entraron en la casa y en el aposento de la Virgen y la hallaron tendida en su camita, no  víctima de alguna enfermedad, sino postrada por el amor divino, que por momentos consumía con sus incendios las energías de aquel abrasado Corazón.

Alegróse mucho la Santísima Virgen de recibir la visita de los Apóstoles, y complacióse sobremanera en el relato de los triunfos que la palabra de Dios y la presencia del Espíritu Santo producían en el mundo. Supo las muestras grandes de fortaleza que habían dado  diferentes cristianos, derramando la sangre por la fe. Oyó, complacida, la relación de los estupendos milagros que habían hecho a la invocación del nombre de Jesús, y dando por todo gracias a Dios, animó a los Apóstoles a la constancia en trabajar en los santos ministerios que les había confiado el Divino Redentor, se ofreció a ser su abogada e intercesora delante de Dios, recibió los encargos que le hicieron para con su Divino Hijo y  les dio su maternal bendición.

Viendo que por momentos se llegaba la hora de su dichoso Tránsito, pidió que le administrasen por última vez la Sagrada Comunión, e incorporada con su Divino Hijo Sacramentado, sintió que se redoblaban los incendios en su purísimo Corazón.

Se llegaron a recrearla los Ángeles del cielo a quienes decía: «Dichosos moradores de la celestial Jerusalén, si veis a mi Amado, decidle que desfallezco de amor. Triste está mi alma mientras oigo voces que me dicen: ¿Dónde está tu Dios? ¡Oh Dios de mi corazón! Tú eres mi suerte y mi herencia por toda la eternidad».

Los Ángeles entonaron sus cánticos y con ellos acompañaban los amorosos de la Virgen María; hasta que una luz vivísima inundó el aposento de Nuestra Señora. Los Apóstoles cayeron de rodillas, Jesús, rodeado de Santos, llamaba su bendita Madre. Cesó el invierno de las tribulaciones. Se secaron las lluvias de las lágrimas. «Levántate ven». Jesucristo extiende sus brazos hacia la divina Madre, y Ella haciendo como ademán de lanzarse a los divinos, entrega su bendita alma en manos de su Hijo y Creador.

¡Qué santa muerte! ¡Qué dichosa será tu muerte si imitas a la Virgen en su santa vida! ¿En qué casos debes enmendarte? ¿Qué virtudes te propones practicar? Piénsalo y resuélvete. Pide la gracia que necesites y las demás que pretendes conseguir en esta novena.

tedcan2.gif picture by Lucecita_2008

GOZOS A LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

En cuerpo y alma elevada,

Virgen Madre del Señor:

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

 

En la tierra padecía

tristeza tu Corazón

suspiros en profusión

lanzabas de noche y día

al Cielo, que recibía

tus ansias y tu clamor.

 

Muéstrate, dulce…
Un arcángel refulgente

te anuncia dichosa nueva,

que el Señor Omnipotente

al cielo empíreo te eleva.

¡Oh Madre! contigo lleva nuestro

anhelo y nuestro amor.

 

Muéstrate, dulce…
Aunque el tributo rendiste

que debe la humanidad,

Tú, sin mancha original,

intacto tu cuerpo existe

en la tumba, y Dios lo viste

de célico resplandor.

 

Muéstrate, dulce…
Entre coros celestiales

que te alaban a porfía

del Cielo, gran Madre mía,

atraviesas lo umbrales.

Por nosotros, los mortales,

intercede con ardor.

 

Muéstrate, dulce…
El Empíreo proclamaba

tu dominio universal,

mientras Dios te entronizaba

como Reina celestial:

al inválido mortal

tiende el cetro protector.

 

Muéstrate, dulce…
Haz que toda nuestra vida,

prendados de tus primores,

entonemos tus loores,

te alabemos sin medida:

y haz, también que en la partida

nos admita el Salvador.

 

Muéstrate, dulce…
En cuerpo y alma elevada

Virgen Madre del Señor:

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

ORACIÓN FINAL

Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya desde este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Amén.

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DÍA CUARTO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO