CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA EL FIN DE SEMANA: MAYO 14 DE 2015.

Jesús asciende y el Espíritu desciende.

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que en su amor siempre se muestra compasivo y misericordioso y no deja de llenar nuestras vidas de esperanzas. El domingo, que es la fiesta de la Ascensión, caeremos en cuenta ahora la misión es nuestra, el anuncio es nuestro y que debemos disponernos para recibir el don del Espíritu Santo que nos hará capaces de transformar los nuestro en un don y bien para los demás.

Jesús asciende y el Espíritu Santo desciende. No hay espacios ni tiempos en el proyecto de Dios. Hay que seguir adelante, ahora con nuevas fuerzas que llegan de lo alto; ahora con la esperanza que lo que está en las manos de Dios triunfa y con la certeza que ni siquiera la muerte puede acabar con los proyectos de vida: Dios ha tomado una decisión y cumplido el tiempo, las cosas se van dando, poco a poco, lentamente, pero lo de Dios cuando está mediado por los seres humanos, debe pasar por muchos matices, por muchas realidades pero logran su objetivo.

Las cosas de Dios comienzan por lo más difícil: el cambio de mentalidad; el cambio del corazón. El hombre debe reconocer que le falta, que debe crecer, que debe cambiar y… qué difícil es este primer paso.

Ha llegado la hora de que cada uno de nosotros entienda que la misión es nuestra. Ya sabemos lo que Dios quiere. Ya entendemos que en el permanecer en Jesús está el que en la vida produzcamos frutos y que solo el amor, del que Él es origen, es la savia que debe recorrer nuestro ser. Savia que nos impulsa a entregarnos en fidelidad al amor con el ya que fuimos y somos eternamente amados. El amor de Dios.

Jesús actúa con nosotros de la misma manera que lo hizo con los once. El Señor confirmará nuestra predicación con los milagros que hagamos. Cada vez que liberemos a alguien de todo lo que le oprime, cada vez que hablemos el lenguaje universal del amor, cada vez que venzamos los miedos, sanemos con nuestras manos y palabras y tengamos la fe justa para trasladar montañas, será el Señor quien con nosotros obre y en nosotros siga siendo dador de vida para los demás.

Esta fiesta de la Ascensión del Señor nos pone a la expectativa, nos dispone para que salgamos, para que dejemos el encierro, las dudas, los miedos, la falta de fe. Para que dejemos de pensar que todo está perdido. Hay que prepararnos para recibir el Espíritu, para llenarnos de fuerza, para que de una vez por todas trabajemos en aquello para lo que fuimos invitados, elegidos: ser testigos.

Lo nuestro, llenos del Espíritu de Dios, ejerciendo con sencillez y humildad los dones recibidos, es construir el cuerpo de Cristo y así juntos alcancemos, siendo perfectos, la plenitud de Cristo (cfr. Ef.4, 12-13)

La Ascensión es para disponer la vida y reencontrarnos con aquello de que hay que dar la vida para tenerla en abundancia. Dejar todo para seguirle y hacer todo para darlo a conocer.

Llegó la hora del testimonio, de la predicación y en esta semana nos dispondremos para entender que el don de Dios lo hemos recibido a plenitud, que debemos adentrarnos en lo más íntimo y que recuperadas fuerzas y la esperanza, luchemos con Jesús que permanece gracias a su Espíritu, por un mundo nuevo de amor y de paz.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.