CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA EL FIN DE SEMANA: OCTUBRE 15 DE 2015.

Santidad: servir y dar la vida.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Feliz fiesta de santa Teresa de Jesús. Como dice la oración colecta de la misa de este día: Que ella nos siga mostrando el camino de la perfección que debemos seguir y que como ella ardamos en deseos de verdadera santidad.

Santidad que se funda y se conserva en una relación de amistad con quien primero nos ha amado y elegido para que estemos con él y después vayamos y demos frutos. Dios nos ha llamado en Jesús a una vida de amor, de entrega, de intimidad.

La verdadera santidad es la que se expresa cuando soy capaz de reconocer en las personas la huella de Dios, porque sé que el Padre en todos acontece, a todos nos llama y a todos nos santifica con la gracia del Espíritu. La santidad, en la humanidad, se hace extraordinario don de Dios; es un regalo de Dios en cada uno, para todos, así nos expresamos y nos hacemos manifestación de Dios, gloria suya para la humanidad. Eso implica ser fiel al proyecto de santidad, no alejarse de Dios, aprender a conmoverse como Él de las “miserias” del mundo y estando con Él seguir siendo una razón para que Dios nos siga salvando en su Hijo Jesús.

La santidad en resumidas cuentas es: vivir con alegría, llenar las cosas de esperanza, saber dar y darse y también abandonarse desde la fe con la certeza que Dios lo es todo; la santidad es vivir en la presencia del Amado y dedicar momentos y espacios para el encuentro personal, profundo, íntimo y sabroso con aquel que tanto nos ha amado y que se entregó para que tuviéramos vida en abundancia y no nos faltara el Pan vivo que, bajado del cielo, nos da vida y eternidad. Santidad es entonces tener a Jesús en el corazón, dejarse amar por Él y desde Él llenar todo de amor.

Santidad es también servir y dar la vida:

Para el evangelista Marcos servir y dar la vida por la redención de los demás define la misión de Jesús (Cfr. 10,35-45) Este proyecto de vida no es de puestos ni de cargos ni de poder; este proyecto pretende cambiar el corazón del ser humano desde dentro, volver a enamorar de Dios a las personas y hacerles tomar conciencia que el pecado del mundo nace de una lejanía de Dios, de un distanciamiento de su amor y de un desconocimiento real de su querer sobre los demás. Dios no puede seguir siendo de ritos, la experiencia de Dios que nosotros decimos tener debe aprender a salir de lo cultual y de los templos o garajes o grandes coliseos y auditorios, para meterse en la vida, para encontrar al perdido, para acercar al lejano, para perdonar al que ha pecado, pero sobre todo para amarnos los unos a los otros.

Los que piensan, buscan y viven para empoderarse de Cristo, del corazón del Padre, lo que hacen es alejar al ser humano del creador, de aquel que siendo rico se hizo pobre, de aquel que se despojó para hacernos dignos, de aquel que murió para darnos vida.

Jesús ha venido a devolvernos la dignidad desde la dignidad, la grandeza desde la humildad.

El que sirve se hace grande porque el que se pone al servicio de los demás muestra que está convencido que su dignidad y grandeza nada tienen qué ver con puestos o con lugares sino con el corazón. Sirve el que se sabe que su importancia radica en Dios.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.