CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

Isaías

ISAIAS

ISAIAS

Nacido en Jerusalén hacia el 760 a. C., Isaías vivió en los reinados de Ozías, Yotam, Ajaz y Ezequías, fue llamado a su misión profética en «el año de la muerte del rey Ozías», y tomó parte durante 40 años en todo lo ocurrido en la ciudad hasta que fue sitiada (701).

Es el San Pablo del Antiguo Testamento. Aconseja, amenaza y señala nuevos horizontes. No poseemos información segura con respecto a su muerte. De acuerdo con la tradición, fue martirizado por Manasés, asesino de diversos profetas: el rey (según el libro apócrifo Ascensión de Isaías) quien lo habría aserrado por la mitad, por haber comparado a Jerusalén con Sodoma y Gomorra.

Isaías es un hombre decidido, de acción. Maldice a los poderosos, se mofa de ellos y les amenaza, incluso al mayordomo de palacio, Sebná. No tolera la pretenciosa imitación de las costumbres egipcias ni los gastos superfluos que recaen sobre el pueblo que pasa por dificultades económicas.

Acusa a las autoridades de haber causado la degeneración social de la ciudad, arremete contra las mujeres que buscan el lujo y que están destinadas a transformarse en objeto de cruel placer por parte del invasor, defiende con fuerza a los pobres y al pueblo explotado por los gobernantes. Quizás parezca insensible si lo comparamos con la emotividad y la frescura de sentimientos de Jeremías, pero posee en cambio un control absoluto de sus propias reacciones y pasiones.

Pone en discusión la manera corriente de pensar, y compara la sabiduría humana con la que recibió en el momento de la vocación. Por eso, se muestra alternativamente antiasirio, antiegipcio, favorable a la rendición o partidario acérrimo de la resistencia armada, sin que por tal motivo pueda considerársele superficial o de humor cambiante.

Hombre bien relacionado y de una vasta cultura, está familiarizado con el templo, el ambiente de la corte y los círculos aristocráticos. Habla de países extranjeros (aunque nunca salió de Jerusalén), de Líbano, de Siria, de Filistea, y sobre todo de las dos potencias rivales: Egipto y Asiria. Conoce las grandes tradiciones religiosas de su pueblo.

Es creador de un estilo: incisivo y cortante, irónico y equilibrado, sólido y esencial, conciso, lleno de maestría estilística y nunca rebuscado. Se muestra distante, pero no indiferente, es solemne y vital, transparente y armonioso en sus versos, que difícilmente traicionan una emoción interior: es un clásico de la lengua hebrea.

El libro de Isaías que actualmente tenemos dividido en 66 capítulos y 5 sesiones, es un libro monoteísta (un sólo Dios), por la sensibilidad escriturística ha llegado a la conclusión de que el libro presenta diversas colecciones que representan diversas épocas de la historia, literalmente distintos y, por tanto, la paternidad corresponde a diferentes autores.

Actualmente la hermeneútica bíblica, reconoce 3 autores diferentes de 3 épocas distintas, 3 colecciones divididas de la siguiente manera:

a. 1-39 Proto Isaías (s.VIII). Su nombre indica «Yahvé salva». Contemporáneo de Amós, Oseas y Miqueas, que contiene oráculos de esperanza y de juicio divino contra Judá y otras naciones, fue compuesta en parte por Isaías y en parte por sus discípulos;

El Protoisaías anuncia el castigo para el Reino del Sur, (Judá con capital Jerusalen), que será deportado. Y junto a esto añade la esperanza de la salvación, manifiesta en el resto de Israel, que edificará la ciudad en el Monte Sión. Estos puntos van unidos a la Teología de Sión y a la dinastía davídica. Denominado preexílico

b. 40-55 Deutero Isaías (587 en los siglos VII y VI). Reino de Judá destruido y llevado al destierro. llamado el “libro de la consolación” data de finales del exilio de Babilonia (siglo VI) y contiene la predicación de un profeta anónimo sobre el tema de la salvación: anuncia que la liberación de Judá está próxima. Cánticos del Siervo de Dios. Oráculos de esperanza. Denominado postexílico

c. 56-66 Trito Isaías (537. S.VI). Es obra de varios autores  posteriores al exilio. Denuncia los pecados del pueblo elegido y evoca la restauración de Jerusalén. Intima a Israel a defender el derecho y la justicia, porque la salvación divina está por manifestarse. Libertad de los cautivos, reconstrucción del país. Época de Esdras, Nehemías, Zorobabel. Las tres obras fueron organizadas por un redactor final.

Después de recibir su vocación debió contraer matrimonio. No se menciona el nombre de su esposa. En 8,3 la llama «profetiza». Algunos autores hablan de que era realmente una mujer profeta, aunque otros dudan de ello, dada la cultura «masculinista» (no «machista») de los hebreos. Otros hablan que se le llama así porque es la mujer del profeta. De este matrimonio nacieron dos hijos, que Dios mismo les puso nombre: Sear-Jasub, que significa «un pequeño resto volverá» y Maher-Salal-HasBaz, significa «muy pronto habrá saqueo y destrucción» o «rápido al botín».

MENSAJE CENTRAL

Dios tiene un remanente para el cual hay una posteridad gloriosa.

La maravillosa venida de Emmanuel, su obra, padecimiento, muerte y victoria.

Su experiencia vocacional lo hace constatar la indignidad humana ante la santidad de Dios. Anuncia la grandeza de Dios, Señor del mundo y de la historia, y la necesidad de proclamar su gloria al universo entero. Uno de sus temas principales es el de santidad o trascendencia de Dios. La fórmula “Yahvé, el Santo de Israel” está presente en todo su libro. Ahora bien, la opresión de los débiles es una ofensa a la santidad de Dios; por eso, Isaías habló con fuerza de la justicia social estrechamente ligada a la santidad divina. Su mensaje abarca dos grandes puntos: La cuestión social, al inicio de su actividad y la política, a partir del 734.

Critica a la clase dominante por su lujo y orgullo, por su codicia desmedida y sus injusticias, y denuncia el que estas injusticias quieran compaginarse con una vida “religiosa” centrada en el culto (‘el que peca y reza empata’). En su postura política recuerda al pueblo que las promesas de Dios a David y a Jerusalén exigen como respuesta del pueblo la fe sólo en Dios y no en las seguridades humanas. Isaías con su predicación pretendió convertir a sus contemporáneos. Sus denuncias sociales, sus críticas a autoridades y jueces buscan un cambio de conducta:

“Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien. Busquen el derecho, protejan al oprimido, socorran al huérfano, defiendan a la viuda… Si obedecen y hacen el bien, comerán los frutos de la tierra; si se resisten y son rebeldes, los devorará la espada” (Is 1,16ss).

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