CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

LECTIO JUNIO 2 DE 2024

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
LA EUCARISTÍA:
Inefable don que alimenta al discípulo y sella la alianza con su Señor
Lectio de Marcos 14,12-16.22-26

Después de la magna solemnidad de la Santísima Trinidad, en la que la confesión de fe en el único Dios quien se nos da a conocer en trinidad de personas que se aman y nos aman, nos llevó a una sublime alabanza, celebramos hoy la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. También este domingo la confesión de fe –en la presencia real de Jesús en la Eucaristía- es el punto de partida de una inmensa alabanza al Dios que se nos da a sí mismo como don. La gratitud más perfecta será nuestra comunión con la gratitud de Jesús en su ofrenda al Padre.

El Evangelio de Marcos ilumina en esta ocasión la comprensión, contemplación y vivencia del Misterio. Vemos a Jesús enviar a sus discípulos para preparar el banquete pascual. Luego, en medio de la última cena, Jesús evoca el rito de la Alianza del Sinaí y sella una Nueva Alianza en su Sangre. En los dones del pan y del vino Él ofrece libremente su vida al Padre e invita a sus discípulos a unirse a Él. Esta Nueva Alianza es para todos, se ofrece para todos los seres humanos. En el altar de la Eucaristía este don llega hasta nosotros.

Las lecciones sobre el discipulado y la misión, que hemos venido perfilando en los últimos domingos, tienen en la Lectio que hacemos hoy, un momento cumbre:

1.Antes de que suceda la Pasión tres veces anunciada durante la subida a Jerusalén (ver Marcos 8,27-10,52), Jesús muestra por medio de la última cena y en ella de manera aún más densa, qué es lo que Él le da a sus discípulos y a toda la humanidad.

2. La obra y el sufrimiento de Jesús nos alcanza el perdón de los pecados, tal como lo anunció a sus discípulos: “No he venido para ser servido sino para servir y dar la vida en rescate por muchos” (10,45). Con el don de su vida en la Eucaristía, Jesús nos libera del pecado y de la muerte, por una parte, y nos da la plenitud de su vida, por la otra.

3. Jesús no sólo educa con palabras sino también con acciones, con gestos significativos. Dos veces Jesús se da a sí mismo a sus discípulos en el pan y el vino para que ellos lo coman y lo beban, para establecer con ellos la relación más profunda, la Alianza más sólida, la comunión más estrecha que nos podamos imaginar con Él y con los hermanos, recibiendo así el don de la vida.

Entremos en el texto de Marcos y dejemos que sus luces incrementen nuestro amor por la Eucaristía. Tratemos de comprender lo que implica la Eucaristía para un discipulado que no puede entenderse fuera del camino de la Cruz.

1. El texto en su contexto

1.1. La sección de Marcos 14,12-31 y el texto que vamos a leer

En Marcos 14,12-31 el evangelista agrupa una serie de escenas en torno al escenario común de la última cena de Jesús y de sus discípulos.

La narración tiene dos momentos.

El segundo se subdivide de una forma interesante.

Veamos:

(1) Los discípulos son enviados a preparar la Pascua (14,12-16).

(2) Llega el momento solemne, y teológicamente rico, del banquete (14,17-31).

En el centro tenemos el relato de la institución de la Eucaristía (14,22-25). Éste está circundado por dos escenas donde el corazón vacilante de los discípulos es todavía el tema central de Marcos:

1.Jesús predice la traición de Judas (14,17-21)

2. Jesús predice las negaciones de Pedro y la fuga de los otros diez (14,26-31)

El relato de la institución de la Eucaristía, poniendo el acento sobre la comunión profunda que existe entre Jesús y sus seguidores, y luego sobre el triunfo definitivo de Jesús sobre la muerte, aparece en contrapunto enérgico con escenas que reflexionan sobre la debilidad y la falta de perseverancia de los discípulos.

La liturgia de hoy nos propone detenernos en el momento preparatorio del banquete pascual (14,12-16) y luego en el relato mismo de la institución de la Eucaristía (14,22-25). Leemos 14,26 como conclusión necesaria en la narración.

1.2. El texto de Marcos 14,12 – 16.22-25

Leamos despacio:

12 El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos:

‘¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?’.

13 Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: ‘Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle

14 y allí donde entre, decid al dueño de la casa: «El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?»

15 El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros’.

16 Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

(…)

22 Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: ‘Tomad, este es mi cuerpo’.

23 Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.

24 Y les dijo: ‘Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.

25 Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios’.

26 Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

2. La preparación de la Pascua (14,12-16)

2.1. El marco cronológico

“El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual” (14,12ª)

Desde el momento en que ha comenzado el relato de la Pasión (Mc 14,1), ha transcurrido un día entero, ahora es jueves, el primer día de la pascua. En la tarde, en el Templo, eran sacrificados los corderos pascuales. Al anochecer comenzaba la fiesta, y el banquete pascual se comía en Jerusalén.

El relato de Marcos está bien informado de todo esto: el día está señalado como “el primer día de los Asimos, cuando se inmolaba la Pascua” (14,12). Es claro que Marcos se refiere al jueves, el 14 de Nisán, aunque si, estrictamente hablando, el primer día de los Asimos comenzaba por la noche, al inicio del 15 de Nisán.

El relato de la preparación repite insistentemente cuatro veces el término “pascua” (dos veces en 14,12; y una vez en 14,14 y 14,16). Vemos cómo Marcos indica con claridad que la cena que viene es una cena pascual, aunque curiosamente la descripción en sí no la identifica necesariamente con todos los rituales estrictos del “séder” de la pascua hebrea.

En el resto del relato (contrariamente a Juan), Marcos no parece sacarle provecho al símbolo de la Pascua; lo hace apenas en estas escenas todavía preliminares, donde nos pone a todos ante el riquísimo símbolo teológico de la liberación y de la esperanza de Israel.

2.2. Las instrucciones de Jesús

Las instrucciones detalladas y un poco insólitas dadas a los discípulos y la ejecución literal de ellas (14,16), nos recuerdan una escena que ya ha quedado atrás en el relato del evangelio: la entrada a Jerusalén. A dos discípulos se le había ordenado (11,1-7) que fueran a una aldea cercana y allí buscaran un asno para la entrada triunfal de Jesús en la Ciudad Santa.

· “Id a la ciudad”

Ahora, de nuevo, dos discípulos son enviados (no dice quiénes). Se sobreentiende que van desde Betania, donde permanecen Jesús y los otros (14,3). Pero esta vez no son enviados a una aldea sino a la misma ciudad de Jerusalén.

· “Os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle”

Se les dice que encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua. El espectáculo es insólito, porque este es un trabajo reservado a las mujeres. Los discípulos deben seguirlo hasta el lugar donde se celebrará la Pascua.

El dueño de la casa, que probablemente es el patrón del siervo que llevaba el cántaro, les mostrará la sala donde deberá ser preparada la fiesta.

· “Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua” (14,16)

Los dos discípulos ejecutan con mucha exactitud las instrucciones del Maestro y encuentran todo lo que Jesús les había predicho.

2.3. Reconstruyamos la atmósfera de la cena

La atmósfera de este pasaje demuestra cómo Jesús no actúa a la ligera, su camino hacia la Cruz revela que Él actúa deliberadamente, con seguridad. Vayamos más allá, ésta es la atmósfera de toda la secuencia que sigue en la cena pascual. En la cena se proclama con todo rigor el triunfo de Jesús sobre la traición, sobre la deserción de los discípulos y sobre la muerte misma. En el Getsemaní el relato de la pasión dará un giro importante: nos encontraremos con un ambiente más sombrío y doloroso.

Durante la tarde de jueves, Jesús entra en la ciudad con los Doce para celebrar la Pascua (14,12). La pasión del Señor comienza dulcemente, sin ningún drama especial. Esta entrada tranquila, casi seca, sin ruido, contrasta con el cortejo triunfal que había acompañado la primera vez a Jesús desde Betania a Jerusalén (11,1-10). Esta vez Jesús está desprotegido, no está rodeado de las multitudes a las que tanto miedo les tienen las autoridades.

Ahora la amenaza del complot contra Jesús le da al momento una tranquilidad extraña, es una “calma chicha”, como la calma antes de la tempestad.

3. La institución de la Eucaristía (14,22-26)

Esta escena constituye uno de los más vibrantes “crescendo” teológicos de todo el Evangelio de Marcos. Aquí Jesús da una interpretación del significado último de su muerte. Este es uno de los textos más estudiados entre todos los textos del Nuevo Testamento junto con los otros relatos de la institución de la Eucaristía: Mt 26,26-29; Lc 22,14-20; Jn 6,51; 1 Cor 11,23-26.

¿Cuál es la intención de Marcos al narrar la institución de la Eucaristía?

En contraste con Pablo (cfr. 1 Cor), Marcos no presenta de manera explícita la tradición de la cena como una enseñanza sobre la celebración de la Eucaristía por parte de la comunidad. Sin duda, la escena suscitó y seguirá suscitando en nosotros los lectores de hoy reflexiones sobre el origen y el significado fundamental del culto eucarístico, pero la finalidad inmediata de Marcos, en el contexto del relato de la Pasión, es la de hacer una interpretación de toda la misión de Jesús y del rol que los discípulos tienen en ella. Vamos a confirmar esto poco a poco, en la medida en que vayamos leyendo –muy despacio- este pasaje.

Una primera visión del texto

La narración se desenvuelve con apenas los términos precisos, con mucha claridad, con limpidez. Durante la cena, Jesús realiza el gesto simbólico de bendecir el pan y el vino y compartirlo con sus discípulos.

Cada gesto está acompañado de una palabra explicativa. Sobre el pan y sobre la copa Jesús pronuncia una oración, sobre el pan se dice que “bendijo” y sobre la copa se dice que “dio gracias”, pero no conocemos el contenido de la oración. Con el pan en sus manos Jesús dice “tomad”, y aunque no lo dice expresamente uno entiende que lo mismo vale para el vino. De la copa se dice que bebieron todos, y aunque tampoco lo dice expresamente, se entiende que todos comieron también del pan. Lo importante es que Mc nos hace caer en cuenta que los discípulos tienen una participación directa en las acciones de Jesús. Al final, la escena se cierra con el solemne himno del Hallel Pascual.

Los invito ahora a profundizar. El sentido de la escena está en las palabras explicativas que Jesús pronuncia después de cada uno de los gestos con el pan y el vino respectivamente y en la conclusión de toda la escena. Vamos por partes.

3.1. Los gestos y palabras de Jesús sobre el pan (14,22)

“Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: ‘Tomad, este es mi cuerpo’”

Cuando Jesús bendice y parte el pan, dice: “Esto es mi cuerpo” (14,22). Al actuar así, Jesús está usando el pan como un símbolo particularmente profundo de lo que es Él mismo y de lo que es su misión, su tarea pastoral, su obra en el mundo.

Si miramos el término “pan” (o “panes”) tal como aparece en el evangelio, en una rápida revisión, notaremos que Marcos ya lo ha presentado como un símbolo eficaz de la tarea mesiánica de Jesús.

(1) El pan para las multitudes

Repasemos los dos relatos de multiplicación de los panes y su sentido.

Primera multiplicación de los panes

En Mc 6,34-44, Marcos narra el primero de los dos episodios en los cuales Jesús sacia el hambre de las multitudes. Él, acompañado de sus discípulos que acaban de regresar de su misión (6,30-32), toma una barca para irse con los suyos a descansar, pero cuando llega a la otra orilla allí está la gente esperándolo. Marcos hace notar de una manera significativa la compasión que Jesús siente por la multitud: “… y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor” (6,34). Respondiendo a sus necesidades, Jesús comienza a enseñarles (6,34) y finalmente a saciar su hambre, y todo esto a pesar de las protestas de los discípulos que no entienden lo que está pasando. Jesús bendice y distribuye, por mano de los discípulos, los cinco panes y los dos peces, para una multitud de más de 5000 personas.

Si le ponemos cuidado a este pasaje, veremos que aunque se habla de panes y de peces, son los panes los que ocupan el centro del interés (ver 6,37.41.44).

Y todavía más significativo es el hecho de que los gestos de Jesús son prácticamente los mismos que realiza sobre el pan en la última cena: “tomar el pan”, “bendecir”, “fraccionar” y “dar”.

En el relato los discípulos ocupan un lugar importante. Toman los panes bendecidos (y los peces) de las manos de Jesús para dárselos a la gente, y son ellos mismos los que recogen las sobras en doce canastas (6,43).

Esta multiplicación milagrosa del alimento es una manifestación evidente de la actividad mesiánica de Jesús. La multitud llena de miseria y desorientada es nutrida abundantemente, y todo gracias a la misericordia de Jesús.

Los discípulos recogen doce canastas, lo cual es figura de las doce tribus de Israel que serán reunidas el día de la salvación.

1.Esta acción de Jesús nos remite a la del gran profeta Elías, quien de manera milagrosa le dio alimento a la viuda y a su hijito con apenas una pequeña cantidad de aceite y harina (1 Re 17,8-16; y lo mismo sucede en la vida de Eliseo en 2 Re 4,1-7.42-44).

2.Nos remite también a un episodio similar en el Éxodo, porque la multitud en ayunas se encuentra en un lugar desierto (Mc 6,35) y es alimentada así como Dios lo hizo con Israel con el maná abundante. Leemos en Ex 16,32: “Dijo Moisés: Esto manda Yahveh: llenad un gomor de Maná, y conservadlo, para vuestros descendientes, para que vean el pan con que os alimenté en el desierto, cuando os saqué del país de Egipto”).

Segunda multiplicación de los panes

En Mc 8,1-10, la segunda multiplicación de los panes, encontramos los mismos elementos de la primera. Jesús se conmueve ante el hambre de la gente (8,2-3), mientras que sus discípulos no entienden lo que pasa (8,4). El ambiente es el desierto (8,4). Pero en este caso la escena está dominada completamente por los panes (de los peces apenas se hace una referencia en un inciso en el v.7). La multitud esta vez es de cuatro mil personas y los canastos de sobras suman siete (8,8).

Una vez más descubrimos una conexión explícita con la cena pascual de Jesús. Los verbos son los mismos: “tomar el pan”, “dar gracias”, “fraccionar” y “dar”.

Como en el capítulo 6, el papel de los discípulos es bien significativo: a los discípulos se le da el pan bendecido para que lo distribuyan entre la multitud (8,6) y ellos mismos los que recogen las sobras (8,8).

(2) La dificultad de los discípulos para comprender los episodios de los panes

Ahora bien, este significado de los panes entendido como símbolo de la misión universal de Jesús, es claramente importante para Marcos. Esto está indicado por el hecho de que los discípulos no comprenden precisamente lo de los panes.

Su incapacidad de reconocer a Jesús en el episodio del mar (6,45-52) se explica con esta frase del 6,52: “Es que no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada (su corazón estaba endurecido)”.

Marcos coloca al mismo nivel la incapacidad de los discípulos para entender el significado de los panes y la incapacidad de comprender a Jesús mismo.

Se hace la misma consideración, pero con mayor fuerza, en 8,14-21, justo al final del ministerio de Jesús en Galilea.

Una vez más nos encontramos en una barca en medio del mar, símbolo de la escuela de Jesús. Los discípulos malinterpretan las palabras de Jesús sobre la “levadura de los fariseos y de Herodes” (8,15). Ellos creen, equivocadamente, que Jesús los está regañando por traer un solo pan para el viaje en la barca (8,14-16), y comienzan a murmurar, mirándose los unos a los otros: “no tenemos pan” (8,16).

En realidad, el hecho de que centren su interés en el pan, uno lo notaría inoportuno y poco espontáneo, si no fuera porque Marcos está intentando darle un significado simbólico. Jesús acusa con vigor a los discípulos de incomprensión (Leer Mc 8,17-21).

(3) Jesús, el pan y la Eucaristía en Marcos

Recojamos ahora lo que hemos visto hasta aquí en nuestro análisis del sentido del pan en Marcos. Los relatos de las multiplicaciones de los panes retoman el sentido de la misión de Jesús con Israel y con todas las naciones. No captar bien esto es no comprender al mismo Jesús. Así el evangelio toma la ceguera y la sordera de los discípulos y nos lo presenta como una metáfora para referirse a la falta de fe, de la misma manera como lo había hecho en el discurso de las parábolas del capítulo 4,11-12 (la paráfrasis de Is 6,9-10).

Por lo tanto la palabra “panes” o “pan” (en griego “artos”; Mc sólo usa este término) tiene claramente en el Evangelio de Marcos la función de símbolo de la misión de Jesús que se propone reunir y alimentar al pueblo disperso de Israel, rompiendo inclusive los límites étnicos para alimentar a todos los pueblos del mundo.

Esto lo podemos confirmar en otra escena del evangelio.

Una mujer sirofenicia le había suplicado a Jesús que le diera un poquito de aquel “pan”, y gracias a su fe tenaz, lo consiguió para su hija (Mc 7,24-30).

Pero en Mc 8,14-21 los discípulos no llegan a comprender que el pan particularmente ofrecido por Jesús es suficiente para saciar el hambre de todas las multitudes tanto hebreas como gentiles.

La ambientación en el desierto y la abundancia evidente de panes, amplía el simbolismo: se evoca a Dios mismo que nutre a Israel durante el éxodo, así como el tan deseado banquete mesiánico sobre el monte Sión (bien recogido por Isaías). Este simbolismo mesiánico ya había aparecido cuando Jesús llamó a Leví, el publicano, para que lo siguiera y luego de este llamado sentó en la misma mesa junto a Él a otros marginados (2,15-17).

No podemos entender la última cena sin todo este contexto del Evangelio de Marcos.

La última cena (14,22-25), es por lo tanto, el tercero de los “convites” mesiánicos del Evangelio. Los gestos de Jesús sobre la comida –bendición, fracción, distribución- es la misma en cada uno de ellos. En cada cena los discípulos tienen un papel importante. Todos estos convites están conectados con el éxodo liberador: los primeros por su ambientación en el desierto y la última cena por su conexión con la pascua.

Pero la última cena le da una profundidad todavía mayor al significado de los panes.

En este momento el pan no solo es signo de la misión universal de Jesús; ahora el pan es “Su cuerpo”, es Él mismo (14,22). Jesús se encuentra frente a la muerte que se avecina, ya nada la puede parar; su “cuerpo” está a punto de ser entregado, torturado, despedazado, asesinado.

Habiendo llegado a este punto, vemos cómo el hecho de poner el pan en manos de los discípulos, un pan que ahora es declarado su propio cuerpo, se convierte en un símbolo bien preciso de la muerte de Jesús por los demás.

La palabra “pan” se une a las predicciones de la pasión que se han venido haciendo en el viaje a Jerusalén, donde se dice constantemente que el Hijo del hombre va a ser “entregado”. Comprendemos ahora de manera más clara que el ofrecimiento de su cuerpo/pan es la realización de lo que dijo en 10,45: “El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su propia vida como rescate por muchos”.

3.2. Las palabras y gestos de Jesús sobre el cáliz (14,24)

“Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: ‘Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos’”

También el cáliz tiene un significado simbólico en el Evangelio, aunque no tan amplio así como el del pan. En este caso, también las palabras explicativas de 14,24 son bastante claras: “Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos”.

(1) El cáliz que Jesús y los discípulos deben beber

En 10,38-40 encontramos una primera mención del “cáliz” por parte de Jesús para referirse a su muerte: “Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís, ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado? Ellos le dijeron: Sí podemos. Jesús les dijo: La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado”.

“Beber del cáliz que Dios ha preparado” era una expresión hebrea con la que se indicaba el martirio que un profeta debía soportar y, del contexto de este pasaje, es claro que Marcos está pensando en este sentido.

La ambición empuja a los dos hijos de Zebedeo a buscar puestos privilegiados al lado de Jesús. Pero Jesús los detiene, le recuerda lo que significa compartir con Él su mismo poder, esto es, beber el mismo cáliz suyo, lo que significa compartir el camino de la cruz. En el Getsemaní queda bien claro que el “cáliz” es un símbolo de su muerte: “Padre, aparta de mí este cáliz” (14,36).

(2) Jesús, el cáliz y la Eucaristía en Marcos

Cuando uno conecta este pasaje de los hijos de Zebedeo y el de la última cena, uno nota que el cáliz no es el único punto en común, sino que en ambos casos los discípulos son invitados a compartir la muerte sacrificial de Jesús.

Durante la última cena, refiriéndose al mandato de Jesús, Marcos escribe: “Y bebieron todos” (del cáliz).

Las palabras explicativas dicen claramente lo que ya las acciones de Jesús habían comunicado: “Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos” (14,24).

Por muchos

Su muerte es una muerte “por muchos”. La precisión “por muchos”, es semítica, implica una inclusión universal y –como ya vimos en la frase de 10,45- parece describir la muerte de Jesús como la muerte del Siervo de Yahveh, una muerte para expiación de nuestros pecados.

De la Alianza

Las palabras “de la Alianza” le abren la puerta a otra cadena de metáforas bíblicas en este rico mosaico teológico del relato de la institución de la Eucaristía.

Estas palabras nos remiten al Éxodo (24,8), cuando Moisés ratificó la alianza tomando la sangre de novillos destinados al sacrificio, derramando la mitad sobre el altar y haciendo una aspersión sobre el pueblo con la otra mitad, mientras les decía: “Esta es la sangre de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, con base en todas estas palabras”.

En Marcos no dice explícitamente que se trate de una “Nueva Alianza” (como lo dicen Lucas y Pablo), sin embargo, aunque no lo diga, uno nota que la idea de una alianza nueva, escatológica, proclamada por Jeremías armoniza muy bien con el pensamiento del evangelista Marcos (ver Jr 31,31-34).

La muerte redentora de Jesús realiza la renovación de la nueva y definitiva alianza esperada por Israel. Se trata de un tiempo de perdón, una experiencia real gracias a la misión de misericordia que el Hijo del hombre vino a realizar con todos los oprimidos por el pecado (ver 2,1-12.15-17).

4. La Muerte y Victoria de Jesús traza un puente entre las dos mesas (14,25)

“Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios”

Toda la escena de la cena pascual de Jesús con sus discípulos recibe un énfasis especial por la solemne conclusión que hace Jesús. Sus palabras retoman el significado simbólico de la comida, contenido en las palabras pronunciadas sobre le pan y el vino, y funde todo en una profecía final de la pasión y de la resurrección.

Jesús dice que ésta es su última comida: “no beberé del producto de la vid” (o sea, del vino).

La amargura y el carácter definitivo de esta vigilia pascual se sintetizan en un nuevo signo: Jesús no volverá a consumir el alimento de la esperanza y de la alegría –que es el sentido del vino- con sus discípulos.

Más aún, si se une este signo a la profecía de la separación y de la muerte, se nota cómo se tiende un puente que se apoya en la muerte de Jesús y se proyecta hasta una nueva cena que será en la nueva comunión que se tejerá con los discípulos en el Reino definitivo, en la resurrección.

A pesar de la muerte, Jesús participará en el banquete sobre Sión que Israel deseaba ardientemente, el banquete donde el vino del Reino se servirá de nuevo y en abundancia, y donde Dios arrancará el velo de la muerte y enjugará todas las lágrimas:

“Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos; manjares de tuétanos, vinos depurados; consumirá en este monte el velo que cubre a todos los pueblos y la cobertura que cubre a todas las gentes; consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de todos los rostros y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado” (Is 25,6-8).

Las palabras de Jesús (en 14,25) son una predicción de esperanza y de victoria que se inserta en medio de los acontecimientos que lo precipitan hacia la muerte.

5. Al narrarnos la última cena de Jesús, Marcos nos coloca ante una interpretación teológica bien rigurosa de la muerte de Jesús. La muerte de Jesús es el acto definitivo de toda su misión:

Primero, es un dar la vida que se lleva consigo la carga de los pecados del mundo y renueva la Alianza entre Dios y la humanidad.

Segundo, es la obra final del Cristo de Dios, reunir al pueblo de Dios disperso y desesperanzado –Israel y todas las naciones- para nutrirlo con el pan que vivifica.

Tercero, es un gesto de esperanza, que declara que el cáliz de muerte será transformado en vino bebido triunfalmente en el Reino de Dios definitivo.

Todos estos puntos que nos enseña el relato de Marcos, tienen un gran nexo con el espíritu de la fiesta pascual, que recuerda la liberación de Egipto, la Alianza bien estrecha en el desierto, la reunión de Israel en un solo pueblo y la esperanza constante en la venida del Reino de Dios.

6. Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

6.1. ¿Qué le aportan el marco cronológico de la última cena y las instrucciones de Jesús a sus discípulos sobre la preparación a la comprensión de la Eucaristía?

6.2. ¿Cómo se correlaciona la simbología del pan en el evangelio con el gesto de Jesús en la última cena? ¿Qué comprensión tengo ahora del pan eucarístico?

6.3. Lo mismo anterior para el simbolismo del cáliz.

6.4. Procure ponerse de nuevo de cara al texto: ¿Qué revelación sobre Jesús me da la Eucaristía?

6.5. Póngase ante sí mismo: Según este relato, ¿Qué características deben definir el discipulado, particularmente a la luz de la Cruz-Donación de Cristo?

P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM

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