CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

LECTIO JULIO 14 DE 2024

Decimoquinto del Tiempo Ordinario (B)
LA MISIÓN PROVIENE DE JESÚS:
El llamado, el envío, el poder y las instrucciones
de los misioneros cristianos
Marcos 6,7-13
Introducción


Siguiendo el itinerario de Marcos damos ahora un paso importante: los discípulos se hacen misioneros.

Desde el primer momento en que el discípulo es llamado se alude a su tarea misionera: “Os haré llegar a ser pescadores de hombres” (1,17), “Para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios” (3,14b-15). Ahora vemos cómo Jesús los envía por primera (y única) vez en este evangelio de Marcos.

La lectura de este relato nos va a ayudar a descubrir elementos que hay que tener siempre presentes en la misión de la Iglesia, ya que es parámetro que debe estar permanentemente ante los ojos de la Iglesia. Además, esperamos que suceda así, nos motivará para ponernos en camino junto con el Maestro y con los Doce comprometiéndonos seriamente en la tarea misionera que nos ha sido confiada a todos en el alba de este tercer milenio.

Tengamos presente en este Domingo lo que nos dice el Documento de participación en preparación de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano: “Hacer misión significa ir en búsqueda de las personas y de los grupos humanos, organizar las personas de la parroquia y de otras comunidades, formarlas para la misión y entonces enviarlas”.

1. Texto, su contexto y estructura

1.1. El texto

Leamos atentamente Marcos 6,7-13:

[En cierta ocasión Jesús] “7 Llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.
8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;
9 sino: ‘Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas’.
10 Y les dijo: ‘Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí.
11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos’.
12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”.

1.2. El contexto

Según Mc 6,6b, Jesús enseñaba en los “alrededores” de su ciudad de Nazaret (ver 6,1-4), una vez que su misión allí prácticamente fracasara. Lo esencial de la misión de Jesús, la predicación y el acontecer del Reino de Dios, se describe con el verbo “enseñar”. Es la “enseñanza con autoridad” (Mc 1,22.27) que lo diferenciaba de los maestros de la Ley y que consistía en someter las fuerzas de mal con su Palabra, liberando así al hombre de sus opresiones y reconstituyéndolo como hijo de Dios.

Aquellos que fueron llamados en la montaña y fueron constituidos “para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios” (3,14-15), los “Doce” (3,16), comienzan a realizar lo que han aprendido de Jesús y con la misma autoridad que Él les confiere.

Comienza así una nueva sección del evangelio de Mateo que relata la última gira misionera de Jesús en Galilea y sus alrededores (Mc 6,6b-8,26). A partir de 8,27, Jesús dejará Galilea y se irá hacia el norte, hacia Cesarea de Filipo, para ponerse luego en camino hacia Jerusalén.

El punto de partida es el envío misionero de los Doce. A partir de aquí vemos cómo Jesús compromete más a los discípulos en lo que Él hace en medio de un camino que no conoce reposo y que lo lleva incluso fuera de Galilea (ver 7,24.31). La misión de la Iglesia entera es prefigurada y regulada por este gesto de Jesús.

1.3. Una estructura

En el pasaje distinguimos las siguientes partes:

(1) Convocatoria y envío de los Doce (6,7)

(2) Instrucciones para la misión (6,8-11):
• Acerca de lo que se debe llevar consigo (6,8-9)
• Acerca del comportamiento que hay que tener en caso de acogida o de rechazo (6,10-11)

(3) Resumen de la realización de la misión (6,12-13)

Aunque la mirada está puesta en la acción misionera que van a realizar los Doce, es notable que la persona de Jesús está en el centro de todo: Él llama, Él envía, Él reviste de poder y Él es quien determina cómo deben comportase los misioneros.

Profundicemos.

2. Convocatoria y envío de los Doce (6,7)

“Llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos”.

Tres breves frases en progresión temporal abren el relato: el llamado de los Doce, el envío en parejas y la atribución a ellos de poderes exorcistas. Jesús está en el centro de todo: llama hacia Él y envía, al mismo tiempo capacita.

(1) Jesús los llama

Marcos coloca los términos que evocan un acto solemne. El envío tiene que ver con la esencia de la vocación. El número “Doce”, que evoca a los doce patriarcas de Israel, deja ver la intención de Jesús de reconstituir al pueblo de la Alianza. La misión de Jesús está conectada con la realización del proyecto de Dios iniciado con el pueblo por medio del cual convocaría al mundo entero a la comunión con el Dios revelado en la historia y a la fraternidad.

(2) Jesús los envía de dos en dos

Se realiza en sintonía con el derecho judío del testimonio (tema que se menciona al final del v.11: “en testimonio contra ellos”) según la norma de Deuteronomio 19,15 (ver cómo la aplica Jesús también en Mateo 18,16 y Juan 8,17).

De aquí aprendemos que los misioneros:
• No van en nombre propio, sino como testigos de un mensaje recibido de Jesús.
• Deben ayudarse y apoyarse entre sí (incluso corregirse).
• Tienen una visión comunitaria de la misión: parte de la comunidad, se realiza en comunidad y apunta a la formación de la comunidad.

(3) Jesús les da poder sobre los espíritus impuros

Esta prerrogativa suya (ver 1,22-27) ahora Jesús se la transfiere al grupo de los Doce. Se entiende que dicho poder es para expulsar los demonios, tal como se afirma al final: “y expulsaban a muchos demonios” (6,13ª). Hasta ahora se han mencionado seis veces los exorcismos de Jesús en el evangelio de Marcos: 1,22-27.34.39; 3,11-12.22; 5,1-20; esto muestra que dentro del anuncio del Reino ésta es una actividad esencial. Pues bien, siguiendo a Jesús en la misión el cristianismo también tendrá como tarea la expulsión de los demonios del mundo, enfrentar las diversas manifestaciones del mal y vencerlo con el poder de Jesús.

Al principio la acción principal de los misioneros son los exorcismos, pero al final del relato vemos que Jesús también les confió, junto a esta, otras dos tareas: la predicación de la conversión y la curación de los enfermos (6,13).

En la práctica los aspectos de la misión son tres, los cuales se refieren a la obra eficaz del acontecer del Reino rescatando al hombre de una dirección equivocada en la vida y de las garras destructoras del mal que desfigura su belleza, para que el hombre sea lo que está llamado a ser según el proyecto divino.

3. Las instrucciones para la misión (6,8-11)

La parte central del relato del envío de los misioneros, la que ocupa mayor espacio, es la de las instrucciones de Jesús a los Doce. El Jesús que llama, que envía y que da poder a los Doce, también es el Jesús que establece las normas de comportamiento distintivas de un misionero suyo.

Curiosamente no se trata de un largo listado de puntos a tener en cuenta, sino que todo se concentra en dos aspectos esenciales: la indumentaria (donde se pone la seguridad) y la reacción que se debe tener frente al éxito o el fracaso misionero (acogida o rechazo en una casa).

Jesús pronuncia las instrucciones no como simples sugerencias sino como mandatos: “les ordenó…” (6,8ª). Jesús habla con la autoridad propia de un enviado de Dios (ver 8,6).

3.1. Acerca de lo que se debe llevar consigo y de lo que no (6,8-9)

“8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;

9 sino: ‘Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas’”.

En “camino”. Los misioneros son caminantes que van en busca de la gente, ellos no se permiten acomodaciones e instalaciones. Este también es un rasgo esencial de la misión cristiana.

La itinerancia requiere previsiones, mucho más en un contexto en que los trayectos son largos y escabrosos y las vías son inseguras. Por tanto, ¿qué es lo que deben llevar consigo?

La respuesta es radicalmente negativa y luego positiva. Veamos.

(1) La radicalidad en el desprendimiento

Primero Jesús les ordena que no transporten nada con ellos: “Les ordenó que nada tomasen para el camino” (6,8ª). La renuncia total a las posesiones exigida para el seguimiento también lo es para la misión: “Pedro se puso a decirle: ‘Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido’” (10,28).

Como afirma Martín Hengel, el aspecto de los misioneros debía ser parecido al de los filósofos itinerantes cínicos-estoicos, que andaban de un lado para otro solamente provistos de un bastón, con cara de mendigo y manto de filósofo. Claro está, si observamos bien notaremos que los misioneros de Jesús son mucho más radicales:

1.“Nada de pan”: no es la frugalidad de los filósofos, propia de su moderación en la comida (Decía Diogneto Laetius: “un poco de pan acompañado de higos, y agua para beber”), sino ayuno total.

2. “Nada de alforja”: no hay alforja, la mochila del viajero, porque es innecesaria: no hay provisión de víveres. De nuevo el aspecto es el de un mendigo.

3. “Nada de dinero en la faja”: lo anterior podría hacer pensar que no se llevan los víveres ni los implementos para pernoctar en el camino como signo de ligereza para el viaje. Pues bien, la radicalidad va al extremo: Jesús ni siquiera les permite llevar, como se acostumbraba, algo de dinero envuelto en el cinturón (aquí un fajón de tela doblada) para adquirir lo necesario en el camino. Las monedas a las que se hace referencia son sencillas; incluso de este signo de pobreza se despojan los misioneros.

Todavía en el imperativo del v.9 Jesús agrega:

“Y no vistáis dos túnicas”.  Hay que distinguir entre las prendas para vestir en esta época: la túnica, que la bata que está en contacto directo con la piel, y el manto que va encima. Otro signo de radicalidad en el desprendimiento. Algunas personas se colocaban una túnica encima de la otra para dar la impresión de un gran vestido. Aunque aquí la cuestión parece ser el no llevar otra túnica de repuesto (que es necesaria pero no tanto, se puede sobrevivir). Esto indica que se vive con lo estrictamente esencial: nada que haga pensar en lujo o en riqueza.

La pobre túnica, sin más indumentos ni atavíos, junto con el bastón y las sandalias se convierten de aquí en adelante en el distintivo de un misionero cristiano. Su predicación será ante todo su testimonio de vida, esta anuncio del Reino de Dios sin palabras.

(2) Lo que se puede llevar a la misión

La prohibición de no llevar nada para el camino tiene dos excepciones que ponen de relieve la itinerancia de los misioneros: el bastón y las sandalias.

• “Un bastón”. El bastón del peregrino tenía múltiples usos, uno de los más importantes era el arma de defensa de los animales o delincuentes que aparecían en el viaje.

• “Calzados con sandalias”. También es un implemento necesario para quien recorre largos trechos pedregosos, que calientan con el sol, que tienen espinas u otras cosas que dificultan el caminar normal y saludable.

Junto con la única túnica (es obvio), el bastón y las sandalias se refieren a las cosas realmente necesarias para un viaje largo. Esta manera de andar es todo un lenguaje que refuerza el sentido de su programa misionero.

La extrema pobreza del misionero es anuncio:

1. De que viene en son de paz y con total mansedumbre.
Que Dios es lo fundamental y sabe vivir de su providencia paterna.
2. De que ha llegado el tiempo definitivo que relativiza todo el aparato consumista en el que los hombres ponemos nuestra seguridad y satisfacemos nuestros deseos.
3. De que el Reino de Dios puede ofrecer el derecho a los pobres y la protección a los marginados e indefensos.

Pero lo más importante es que los misioneros no llevan consigo nada más que el mensaje que anuncian y el poder dado por Jesús, todo lo demás pasa a segundo plano. Es como dice Pedro al paralítico de la Puerta Hermosa en el Templo: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar” (Hechos 3,6).

Había muchos otros predicadores itinerantes en tiempos de Jesús, también ellos hacían renuncias y se hacían distinguir en su indumentaria, pero el punto al que llegan los enviados por Jesús es extremo, parece superarlos a todos. Esta radicalidad en el desprendimiento manifiesta cuánto están involucrados en la vida misma del Reino que anuncian.

3.2.  Acerca del comportamiento que hay que tener en caso de acogida o de rechazo (6,10-11)

“10 Y les dijo: ‘Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí.

11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos’”.

La segunda parte de las instrucciones a los misioneros es conocida como “la regla para las casas”. Nos refresca el cuadro de la hospitalidad proverbial en el oriente antiguo.

De nuevo, como en la instrucción anterior, se hace la distinción en términos positivos y negativos, en este caso dos eventualidades posibles: cuando le abren las puertas o cuando se las cierran al misionero.

(1) La regla de la constancia (6,10)

Se debe presuponer que, en principio, el misionero que viene en son de paz, completamente desprendido de todas las cosas, encuentre la benévola acogida de familias que le ofrecen un espacio en sus casas.

Si ocurre así, se le prohíbe al misionero cambiar de alojamiento. Con esto se busca que el misionero:

• No ande buscando espacios más cómodos y más bien se contente con lo que una pobre familia tiene para compartirle.
• Se dé el tiempo suficiente para acompañar a una familia que inicia un camino de fe (no hay que abrir procesos para dejarlos rápidamente); esto exige constancia y cierta estabilidad por parte del misionero, sólo así se podrá formar una comunidad.
• No haga distinción de personas en pro de sus propias preferencias.

(2) La regla del testimonio (6,11)

Pero, como efectivamente sucedió desde el comienzo de la evangelización, aún con el mismo Jesús, el misionero y su mensaje puede ser rechazado: “Si algún lugar no os recibe (=al mensajero) y no os escuchan (=al mensaje)” (6,11ª). El término “recibir” es significativo (ver 9,37; 10,15), en él se juega el acontecer del Reino que siempre se ofrece y nunca se impone.

¿Qué hacer cuando hay repulsa?  Hay que partir “de allí” (como le sucede a Jesús en la escena anterior en Nazaret, ver 6,5), pero esto no quiere decir que se le cierren todos los horizontes a la misión, se abrirán nuevos espacios.

Pero el momento de partida está marcado por un gesto significativo: “sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos” (6,11b). El gesto quiere decir el fin de toda relación.

Analicemos

Quitarse el polvo de los pies o de la ropa pertenecía a un ritual simbólico con el que el israelita se purificaba cuando regresaba de tierra pagana; puesto que se pensaba que la tierra participaba del carácter de sus habitantes (ver Números 5,17), había que liberarse de él. El israelita no entraba en comunión con el estilo de vida del pagano ni mucho menos participaría del destino que le aguardaba. Por eso el gesto, ahora realizado por misioneros cristianos, tenía el valor de un testimonio de advertencia de no estar de acuerdo con su actitud negativa y un último llamado a la conversión, ya que el rechazo del anuncio del Reino traería consecuencias funestas. Quien rechaza al misionero rechaza también la Buena Nueva que anuncia.

La Palabra sigue anunciándose aún en circunstancias adversas por medio de este “testimonio”, como efectivamente ocurre en el caso del leproso enviado a los sacerdotes (“para que les sirva de testimonio”, Mc 1,44) o de los misioneros que son interrogados en los tribunales (“para que deis testimonio ante ellos”; Mc 13,9).

4. Resumen de la realización de la misión (6,12-13)

“12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;

13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”.

Estrechamente conectada con la primera parte del relato (6,7) y de forma sumaria, el evangelista Marcos describe finalmente la realización de la misión por parte de los Doce: Jesús “los envió” (6,7) y ellos “fueron” (6,12ª).

La tarea primera es la predicación de la conversión. Este era un rasgo de la predicación de Jesús (“El Reino de Dios está cerca: convertíos y creed…”, 1,15) y de la Iglesia de los orígenes (“Pedro les contestó: ‘Convertíos…’”, Hechos 2,38).

No es suficiente la intención de la conversión si el mal sigue campante. Por ello a la actitud de apertura del hombre frente a Dios corresponde la autoridad del Reino de Dios que se manifiesta en exorcismos y sanaciones.

El gesto de la unción de los enfermos con óleo (no se dice que Jesús haya mandado hacerlo pero se presupone), es coherente con la convicción antigua de la curación es al mismo tiempo un exorcismo del mal que lo está generando, gracias a la fuerza catártica del aceite. Entonces, el mal es vencido y aparece el hombre nuevo en libertad y salud.

La preocupación de los primeros misioneros por estos signos de victoria sobre el mal es diciente.

Desde el principio del evangelio en las dos primeras escenas de la misión de Jesús, después del llamado de los cuatro primeros, el esquema “exorcismo”/“curación” (exorcismo en la sinagoga, curación en la casa de Pedro; sumario de estas dos acciones enseguida en la puerta;  ver 1,21-34) caracteriza la novedad de la obra de Jesús.

Esta manera de proceder de los misioneros no es casual ni pasajera, parece hacerse habitual. Los tiempos verbales del v.13 lo señalan: “expulsaban…”, “ungían…”, “curaban”.

Notemos, finalmente, una curiosidad. Este relato de envío de los Doce no tiene referentes temporales (cuándo fue, cuánto duró) ni geográficos (dónde estaban, a dónde fueron). Tampoco sabemos cómo reaccionaron los destinatarios de la misión. La fuerza del relato recae sobre la relación de los discípulos con Jesús quien los llamó, los envió, los dotó de poder y los formó. Al final se verá cómo los enviados le rendirán cuentas al Maestro sobre la misión realizada (6,30).

Aquellos que tiempo atrás eran pescadores, junto con los otros provenientes de otros oficios, ahora han comenzado a participar en la maravillosa misión de Jesús en función de la salvación y la vida plena de todos los hombres. Lo que habían escuchado el día de su vocación acerca de lo que iban a hacer en el futuro, desde este momento es una realidad que experimentan personal y comunitariamente, una bella realidad de la que también hoy nosotros somos parte.

5. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

5.1. ¿Cómo aparece la relación entre Jesús y sus discípulos en el relato? ¿Qué imagen aparece de Jesús? ¿Cómo se correlaciona discipulado y misión?

5.2. ¿Por qué Jesús los envía de dos en dos?

5.3. ¿Cómo traducir hoy las tareas fundamentales de la misión apostólica: la predicación de la conversión, los exorcismos y las curaciones?

5.4. Los discípulos iban despojados de todo: ¿Por qué? ¿Cómo debía entenderlo la gente que los veía?

5.5. ¿Considero que la misión es tarea para unos pocos en la Iglesia? ¿Qué puedo hacer para ser misionero allí donde vivo, trabajo o descanso?

P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM

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