CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

TOLERANCIA

Tolerancia

Acción y efecto de tolerar. Respeto o consideración hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque sean diferentes de las nuestras.

– Fuente: Diccionario de la Real Academia Española

Las personas intolerantes, caracterizadas por querer imponer su voluntad a toda costa, ignoran por completo a los demás y reaccionan con agresividad y violencia frente a quienes se les oponen.

Este modo de ser es el causante de la mayoría de las guerras que han sembrado la muerte y la destrucción en países y continentes enteros. Las guerras religiosas que enfrentaron a católicos y protestantes a finales de la Edad Media en Europa, el exterminio de los judíos por parte de los nazis durante la segunda Guerra Mundial y más recientemente el de los croatas por parte de los serbios en la antigua Yugoeslavia, son algunos de los muchos ejemplos de los crímenes a que puede llevar la intolerancia religiosa, étnica o política.

La intolerancia se manifiesta en la discriminación a la que unos seres humanos someten a otros por considerarlos distintos, inferiores o como una amenaza contra el orden establecido.

Diversidad

Viviendo el valor

Pongámonos en el lugar de los otros para tratar de entender sus problemas y su manera de actuar.
Escuchemos sin interrumpir y demos a los demás la oportunidad de expresarse.
Veamos en la diversidad de razas y culturas una señal de riqueza y amplitud del mundo, en lugar de motivos de desconfianza.

Conoce a: Nelson Mandela

Nelson Rolihlahla Dalibhunga Mandela es el nombre completo de este heroico político sudafricano conocido en el mundo entero por su lucha incansable por la abolición de la discriminación de la población negra en su país natal, donde llevó a cabo una batalla sin tregua que le significó pasar veintisiete años en la cárcel. Tras su liberación fue elegido presidente de la República de Sudáfrica, en las primeras elecciones libres y democráticas que se celebraron en toda la historia de dicho país.

En 1993 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a su lucha por la igualdad de derechos de los negros sudafricanos. Mandela será recordado siempre por su triunfo contra un sistema de gobierno intolerante e injusto y constituye un ejemplo viviente de todo lo que se puede lograr en defensa del respeto y la dignidad de las personas que lo merecen.

Frases

“¡Triste época la  nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
– Albert Einstein

“No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo. ”
– Voltaire

«Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio.»
– Mahatma Gandhi

«Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano.»
– Walt Whitman

«Concede a tu espíritu el hábito de la duda, y a tu corazón, el de la tolerancia.»
– Georg Christoph Lichtenberg

«Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas.»
– John Fitzgerald Kennedy

«Todos estamos llenos de debilidades y errores; perdonémonos recíprocamente nuestras tonterías: es ésta la primera ley de la Naturaleza.»
– Voltaire

«No hay nada más raro en el mundo que una persona a la que siempre podamos tolerar.»
– Giacomo Leopardi

«Nada resulta más atractivo en un hombre que su cortesía, su paciencia y su tolerancia.»
– Marco Tulio Cicerón

«No me gusta la palabra tolerancia, pero no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener, hacia la fe de los demás, el mismo respeto que se tiene por la propia.»
– Mahatma Gandhi

«En un mundo en donde permea la intolerancia, muy importante es la tolerancia, porque debemos tolerar diría el critico? Somos imperfectos y nosotros mismos necesitamos de la tolerancia de los demás»
– Carlos Casanti

«Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo.»
– Benedicto XVI

«La tolerancia es el camino al encuentro del otro, distinto de mi pero mi semejante»
– Clemente Cruz

«La paciencia, la tolerancia son entre otras virtudes, generosos actos de amor.»
– Carlos Casanti

Cuento: La rana y la serpiente

Un bebé rana saltaba por el campo, feliz de haber dejado de ser renacuajo, cuando se encontró con un ser muy raro que se arrastraba por el piso. Al principio se asustó mucho, pues jamás en su corta vida terrestre había visto un gusano tan largo y tan gordo.

Además, el ruido que hacía al meter y sacar la lengua de su boca era como para ponerle la piel de gallina a cualquier rana. Se trataba en verdad de un bicho raro, pero tenía, eso sí, los colores más hermosos que el bebé rana había visto jamás. Este vistoso colorido alegró inmensamente al bebé rana y le hizo abandonar de un momento a otro sus temores. Fue así como se acercó y le habló.
–¡Hola! –dijo el bebé rana, con el tono de voz más natural y selvático que encontró–. ¿Quién eres tú? ¿Qué haces arrastrándote por el piso?

–Soy un bebé serpiente –contestó el ser, con una voz llena de silbidos, como si el aire se le escapara sin control por entre los dientes–. Las serpientes caminamos así.

–¿Quieres que te enseñe?

–¡Sí, sí! –exclamó el bebé rana, impulsándose hacia arriba con sus dos larguísimas patas traseras, en señal de alegría.

El bebé serpiente le dio entonces unas cuantas clases del secreto arte de arrastrarse por el piso, en el que ninguna rana se había aventurado hasta entonces. Luego de un par de horas de intentos fallidos, en los que el bebé rana tragó tierra por montones y terminó con la cabeza clavada en el suelo y sus largas patas agitándose en el aire, pudo por fin avanzar algunos metros, aunque de forma bastante cómica.

–Ahora yo quiero enseñarte a saltar. ¿Te gustaría? –le preguntó el bebé rana a su nuevo amigo.

–¡Encantado! –repuso el bebé serpiente, haciendo remolinos en el suelo, de la emoción.

Y el bebé rana le enseñó entonces al bebé serpiente el difícil arte de caminar saltando, en el que ninguna serpiente se había aventurado hasta entonces. Para el bebé serpiente fue tan difícil aprender a saltar como para el bebé rana aprender a arrastrarse por el piso.

Fueron precisas más de dos horas para que el bebé serpiente pudiera despegar del suelo por completo su larguísimo cuerpo. Al fin lo logró, pero se veía tan gracioso cuando se elevaba, y chapoteaba tan fuertemente entre el barro después de cada salto, que los dos amigos no podían menos que reírse a carcajadas.

Así pasaron toda la mañana, divirtiéndose como enanos y burlándose amistosamente el uno del otro. Y hubieran seguido todo el día si sus respectivos estómagos no hubieran empezado a crujir, recordándoles que era hora de comer.

–¡Nos vemos mañana a la misma hora! –dijeron al despedirse.

–¡Hola mamá, mira lo que aprendí a hacer! –gritó el bebé rana al entrar a su casa. Y de inmediato se puso a arrastrarse por el piso, orgulloso de lo que había aprendido.

–¿Quién te enseñó a hacer eso? –gritó la mamá rana furiosa, tan furiosa que el bebé rana quedó paralizado del susto.

–Un bebé serpiente de colores que conocí esta mañana –contestó atemorizado el bebé rana.

–¿No sabes que la familia serpiente y la familia rana somos enemigas? –siguió tronando mamá rana–.Te prohíbo terminantemente que te vuelvas a ver con ese bebé serpiente.

–¿Por qué?

–Porque las serpientes no nos gustan, y punto. Son venenosas y malvadas. Además, nos tienen odio.

–Pero si el bebé serpiente no me odia. Él es mi amigo –replicó el bebé rana, con lágrimas en los ojos.

–No sabes lo que dices. Y deja ya de quejarte, ¿está bien?

El bebé rana no probó ni una sola de las deliciosas moscas que su mamá le tenía para el almuerzo. Se le había quitado el hambre y no entendía por qué. (Lo que pasaba era que estaba triste y no lo sabía). Cuando el bebé serpiente llegó a su casa, le ocurrió algo similar.

–¿Quién te enseñó a saltar de esa manera tan ridícula? –le preguntó su mamá, parándose en la cola de la rabia.

–Un bebé rana graciosísimo que conocí esta mañana.

–¡Las ranas y las serpientes no pueden andar juntas! ¡Qué vergüenza! ¡La próxima vez que te encuentres con ese bebé rana, mátalo y cómetelo!

–¿Por qué? –preguntó el bebé serpiente, aterrado.

–Porque las serpientes siempre han matado y se han comido a las ranas. Así ha sido y tiene que seguir siendo siempre. Ni falta hace decir cómo se sintió el bebé serpiente de sólo imaginarse matando a su amigo y luego comiéndoselo como si nada.

Al día siguiente, a la hora de la cita, el bebé rana y el bebé serpiente no se saludaron. Se mantuvieron alejados el uno del otro, mirándose con desconfianza y recelo, aunque con una profunda tristeza en el corazón. Y así ha seguido siendo desde entonces.

Fuente: www.valores.com.mx

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