CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA ABRIL 3 DE 2017

PARA ESTA SEMANA ABRIL 3 DE 2017

Llamados a resucitar con Cristo.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas de Cúcuta y de tantas partes del mundo. Un abrazo y una invitación: no perdamos la esperanza ante las situaciones adversas o de muerte. Nosotros sabemos que Jesús es la vida y es la eternidad. Confiemos a Él nuestros difuntos cada momento de muerte y desesperanza que llegue a la vida. En lo cotidiano es que ocurren los milagros.

Jesús es la vida, en Jesús está la vida; en Jesús y por Jesús existimos. Acercarse a Jesús es acercarse al misterio de la vida; acercarse a la eternidad es ya comenzar a vivir. Jesús mismo se define como “resurrección y vida” Y el que cree en Él y ha muerto vivirá y el que vive nunca morirá. Jesús llena de esperanza la vida, llena la muerte de vida. Jesús es el Mesías, el que tenía que venir al mundo para el mundo crea en el Padre.

Y Marta y María piensan igual: El que está con Jesús no muere, por eso si Él hubiera estado… Y Jesús siempre está y por eso el que cree nunca muere porque tiene en Él, por su fe, la vida eterna.

Y no es que no muramos, morimos para resucitar; así como nacemos para vivir en este mundo y nos vestimos de cuerpo para poder ser; así también morimos para vivir en la eternidad y dejamos este cuerpo para poder ser de nuevo en Dios. El ser eterno lo llevamos con la muerte, así como lo trajimos con la vida.

Es un momento impactante. Jesús llora ante el dolor de la humanidad. Jesús llora porque no está mal llorar en los momentos de dolor o de tristeza, como lo pregonan algunos.

Para muchas personas es importante llorar ante la ausencia de un ser querido y ante la soledad que queda con la muerte porque sienten alivio al expresar el dolor de esa forma. Jesús llora y no porque dude o no crea o no sea la resurrección, Él llora porque la muerte de los seres queridos duele, el no verlos duele, el no tocarlos duele. Jesús nos invita a creer, a que pesar del dolor sigamos creyendo, a que pesar que parezca que todo está perdido sigamos creyendo. Creer siempre y en cualquier circunstancia hará que la vida sea un milagro y que cada acontecimiento sea milagroso porque la vida comienza a mirarse desde la gratuidad.

Y es el Padre el que es glorificado en la resurrección de Lázaro. Hay que creer en Jesús: Él es la vida, es la resurrección; Él es el enviado del Padre. Nosotros vemos el milagro de la vida cada día; el milagro de Lázaro nos tiene que llevar a renovar la fe en Jesús. Vivamos con la esperanza en la resurrección, ya sabemos que de Dios es darnos, por Jesús, la vida eterna. Estamos llamados a resucitar con Cristo y a dar la vida, hasta la muerte, por los demás.

Nunca olvidemos que Jesús nos ama y que, así como amó a la familia de Lázaro así también nos ama a cada uno. Le dolemos, somos importantes para Él; Él tiene su tiempo y su momento. Él nos ama y cuando va de camino para por nuestra casa, por nuestra vida y hasta por nuestra muerte, Él no nos dejará en el olvido de la muerte, ni en la soledad del sepulcro. Él llegará y nos llenará de vida y de eternidad. Él será el consuelo de quienes lloran y la vida de los que mueren.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.