CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

RESPETO

Respeto: Veneración, acatamiento que se hace a alguien. 2. m. Miramiento, consideración, deferencia.

– Fuente: Diccionario de la Real Academia Española

Podríamos pensar que faltar al respeto es simplemente tener malos modales. Claro, hablar con la boca llena, presentarnos sucios a la escuela o el trabajo, o empujar a los otros para pasar son conductas irrespetuosas. Sin embargo, significan poco en comparación con las verdaderas faltas de respeto: tocar a alguien sin su consentimiento; burlarnos de una religión, de un trabajo o una forma de vida diferente a la nuestra, querer utilizar a los demás como medios para nuestros planes, abusar de quienes están en desventaja (los ancianos, las personas enfermas, los niños muy pequeños, los animales).

Debes evitarlo siempre. A veces la mejor forma es seguir las reglas. Pero pensar siempre “debo hacer esto”, “no debo hacer lo otro” es solo el primer paso. El gran progreso en la búsqueda del respeto no esta en la inteligencia, sino en el corazón: el amor a los demás sirve de guía e inspiración para cuidarlos y honrarlos por formar parte de la vida.

Viviendo el valor

El valor del respeto se ejerce cuando mostramos aprecio y cuidado por el valor de algo o de alguien. Puede estar dirigido hacia los derechos y la dignidad de las demás personas, hacia los de nosotros mismos y también hacia el entorno natural, incluyendo las plantas y los animales que lo integran. Nos ayuda a conservar intacto aquello que mas apreciamos en la vida; nos ensena a reconocer aquello que más aprecian los demás. Puede vivirse en forma colectiva —entre un país y otro— o individual —entre dos personas—.

Un código universal

Una idea muy popular afirma que, al solicitar algo, importa tanto lo que pedimos, como la forma en que lo hacemos. Llamamos “cortesía” a la manera atenta en que se solicita un servicio o un objeto; es un elemento que transforma cada detalle de la vida. Mira la diferencia que hay entre “quítate de aquí” y “Podrías dejarme pasar por favor?”. Cual de las dos formas te justaría mas que emplearan contigo? Lo que resulta claro es que para esperar un trato correcto, tu debes darlo a los demás.

Pero la cortesía es solo la superficie de una actitud mas profunda… Respetar a los otros consiste en reconocer su importancia como personas que habitan el mundo y comparten la vida contigo, en saber que cada una de ellas es tu prójimo, tu semejante. La lista incluye a los miembros de tu familia, a tus maestros y amigos, a tus vecinos, pero también a cualquier persona que pasa por la calle, aunque no la conozcas. Todos ellos, sin importar los detalles (menos aun si son hombres o mujeres) son tus iguales.

Para la vida diaria

Sigue las reglas que se siguen en tu grupo o tu comunidad, como guardar silencio en determinadas circunstancias o respetar las áreas y servicios creados para las personas discapacitadas.
No aceptes ninguna actitud ofensiva o humillante: nadie debe hablarte a gritos o con groserías. Mas aun: nadie debe quitarte tus planes y las buenas ideas que guían tu vida (la vocación por una carrera o el interés por un deporte).

Las leyes están hechas para respetarse. Hazlo siempre y recomiéndalo a tu entorno.

Aprende a ser amable y afectuoso con tu entorno: no arrojes basura en la calle, ten consideración de los mayores, de las plantas, de las mascotas. Construye poco a poco el mundo donde quieres vivir.

Por el camino del respeto

Las dificultades hacen que muchas personas pasen por encima de las reglas —y hasta de las demás personas— para conseguir sus fines. Aunque los obtengan, esta forma ha de evitarse: están haciendo del mundo un lugar de violencia y sufrimiento.

Puede creerse que el respeto o la falta de respeto que se presentan en el hogar no tienen mayor impacto. Sin embargo, todo comienza allí: si respetamos en la casa, estamos generando respeto en el mundo. No aceptes ni un detalle de violencia en tu hogar.

A veces pensamos que las personas rudas y agresivas en su trato son fuertes. La verdad es todo lo contrario: actúan así porque son débiles y tienen miedo.

Conoce a Miguel Ángel de Quevedo: el respeto a la naturaleza (1862-1946)

Miguel Ángel de Quevedo

A fines del siglo XIX era raro que las personas tomaran en cuenta la importancia del medio natural y sus riesgos a causa de la acción humana. Miguel Ángel de Quevedo fue el pionero mexicano de lo que hoy se llama ecología: un conjunto de investigaciones y acciones para cuidar la naturaleza.

Egresado de la carrera de Ingeniería, creó la Junta Central de Bosques, dedicada a prevenir la tala indiscriminada y procuró que la ciudad de México tuviera más jardines y áreas verdes. Además, estableció un vivero de cedros, pinos, acacias, eucaliptos y tamariscos que permitió plantar 2.4 millones de árboles en 1914.

En un proceso paralelo creó escuelas para capacitar a los guardabosques en el cuidado de éstos y la prevención de incendios forestales. En el plano gubernamental persuadió a los legisladores de 1917 para incluir a la idea de la protección al ambiente en la Constitución. A él se le debe el Sistema Mexicano de Parques Nacionales: entornos naturales protegidos en beneficio de sus plantas y animales.

Gran parte de su obra sigue vigente en el México contemporáneo. Se le llama, con toda justicia, el “apóstol del árbol”.

Frases

“El respeto no es miedo ni temor; es la capacidad de ver a las personas tal cuales son, estar conscientes de su carácter único como individuos. Así, el respeto implica la ausencia de cualquier tipo de explotación: me interesa que las personas crezcan y se desarrollen por su propio bien, empleando su propio estilo de hacerlo, y no para el propósito de servirme.”

—Erich Fromm, El arte de amar

Nunca dobles la cabeza. Mantenla en alto. Mira al mundo directamente a los ojos.

—Hellen Keller

La bondad es el principio del tacto, y el respeto por los otros es la primera condición para saber vivir.

—Henri-Frédéric Amiel

El primer efecto del amor es inspirar un gran respeto; se siente veneración por quien se ama.

—Blaise Pascal

Ante todo, respetaos a vosotros mismos.

—Pitágoras

El respeto al derecho ajeno es la paz.

—Benito Juárez

Hay que respetar todos los derechos, incluso aquellos que nadie defiende.

—Publio Virgilio Marín

Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas.

—Jean Jacques Rousseau

El respeto por nosotros mismos guía nuestra moral, el respeto a los otros, nuestras costumbres.

—Laurence Sterne

Respeto las ordenes, pero también me respeto a mi mismo, y no obedeceré ninguna regla hecha especialmente para humillarme.

—Jean Paul Sartre

Cuento

Micha y su abuelo

El abuelo, el mayor de la casa, era muy muy anciano. Sus piernas ya no soportaban su peso, sus ojos ya no podían ver, sus oídos no escuchaban y en su boca no quedaba un solo diente.
Su hijo y su nuera no le servían la comida en la mesa, sino al lado de la estufa, para que no ensuciara. Una vez le pusieron la comida en un tazón. Cuando el viejecito quiso levantarlo, lo dejó caer sin querer, y el traste se rompió.

Todo se derramó sobre el piso. Muy disgustada, su nuera le reprochó que dañara los objetos de la casa y que rompiera así los trastes de su vajilla. Empleando un tono grosero, le dijo que a partir de ese día le servirían de comer en una cubeta de madera, como las que se usaban para dar su alimento a los animales.

El anciano suspiró hondamente pero no dio respuesta alguna a esas palabras que lo habían lastimado. Pasó algún tiempo desde esa ocasión. Un día estaban en la casa el hijo y la nuera del anciano.

Los dos esposos miraban con mucha atención al pequeño niño de ambos. El infante estaba en el suelo, jugando con unos bloques de madera. Los acomodaba de una manera y de otra, como si quisiera darle forma a un objeto en particular.

—¿Qué figuras estás haciendo con esos pedazos de madera, hijo? —preguntó con curiosidad su padre.
—Estoy haciendo una cubeta de madera papá. De esa forma, cuando tú y mamá sean tan viejos como el abuelo podré usarla para servirles su comida —informó el pequeño Micha.
Sin decir palabra, el hombre y la mujer se pusieron a llorar. Sentían vergüenza de haber tratado al abuelo de aquella manera. Desde aquel día le sirvieron nuevamente la comida en la mesa, y lo cuidaron bien.

—León Tolstoi

Cuento

Un buey llamado Hermoso

En Takkasila, hace muchos siglos, nació un tierno becerro.

Fue adquirido por Amir, un hombre rico, que lo llamó Hermoso.

Lo atendía adecuadamente y lo alimentaba con lo mejor.

Cuando Hermoso se convirtió en un buey grande y potente, pensaba con gratitud: “Mi amo me dio todo. Me gustaría agradecer su ayuda”. Un día le propuso:

—Mi señor. Busque a algún ganadero orgulloso de sus animales. Dígale que puedo tirar de cien carros cargados al máximo.
Amir aceptó y visitó a un mercader.

—Mis bueyes son los más fuertes —comentó éste.

—No. El mío puede tirar de cien carros cargados —respondió Amir.

Apostaron mil monedas de oro y fijaron un día para la prueba.

El mercader amarró cien carros llenos de arena para volverlos más pesados. Cuando comenzó la prueba, Amir se subió al primero.

No resistió el deseo de darse importancia ante quienes lo veían. Hizo sonar su látigo y le gritó a Hermoso:

—Avanza, animal tonto.

Hermoso pensó: “Nunca he hecho nada malo y mi amo me insulta”. Permaneció fijo en el lugar y se resistió a tirar.

El mercader rio y pidió el pago de las monedas.

Cuando volvieron a casa Hermoso le preguntó a Amir:

—¿Por qué estás tan triste?

—Perdí mucho dinero por ti.

—Me diste con el látigo. Me llamaste tonto. Dime, en toda mi vida rompí algo?, ó te causé algún perjuicio? —preguntó Hermoso.

—No —respondió el amo.

—Entonces ¿por qué me ofendiste? La culpa no es mía, sino tuya… Pero como me da pena verte asÌ, acude con el mercader y apuesta de nuevo: que sean dos mil monedas. Eso sí: usa conmigo sólo las palabras que merezco.

El mercader aceptó pensando que volvería a ganar.

Todo estuvo listo para la nueva prueba. Cuando Hermoso tenía que tirar de los carros, Amir le tocó la cabeza con una flor de loto y le pidió:

—Hermoso, podrías hacerme el favor de jalar estos cien carros?

Hermoso obedeció de inmediato y con gran facilidad los desplazó.

Incrédulo, el mercader pagó las dos mil monedas de oro. Quienes presenciaron la sorprendente muestra de su fuerza llenaron al buey de mimos y obsequios. Pero más que el dinero, Amir apreció la lección de humildad y respeto que había recibido.

– Leyenda de Bután

Fuente: www.valores.com.mx

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