CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA DICIEMBRE 19 DE 2016

PARA ESTA SEMANA DICIEMBRE 19 DE 2016

Dios no olvida ni abandona sus proyectos.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo, mi saludo cordial con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que llega para llenar nuestros corazones de alegría, amor y, sobre todo, de esperanza. Dios entusiasma nuestra vida con su llegada. Vamos a seguir el camino de preparación para recibirlo con toda la dignidad que se merece.

En este último domingo de Adviento nos encontramos con la virgen María. Mujer que conocemos por su fe, su sí, su fe, pero que también pienso yo, tenía muchas razones para decirle no a Dios: estaba desposada, no vivía aún con José, podría ser considerada adúltera, era virgen. Tenía una familia que en la tradición es legalista. Decir sí era un riesgo para el resto de su vida. ¿Qué sigue después de todo?

Decir sí era ganar a Dios, pero también podría ser perder el mundo, su realidad, su vida y futuro. Decir sí, era colaborar con el plan de Dios, permitir que Dios asumiera la historia desde la realidad humana, era permitir que Dios estuviera con nosotros, que fuera Emmanuel; pero era también perderse ella tan joven, arriesgar la vida hasta poder quedarse sin ella de una manera cruel. ¿Y su proyecto de familia, de esposa?

Y todo hay que resolverlo en instante. Y está claro:

Para María su vida era Dios, su proyecto de vida era la voluntad de Dios. Su sí mostraba su fe y tenía la certeza que Dios jamás le pediría cosas imposibles, pero sabía que Dios hace cosas imposibles. Ella sabía lo que había pasado en la historia y también lo que le había pasado a su prima Isabel. Ella sabía que Dios no fallaba, que Dios sacaría adelante su plan; ella sabía que, si Dios confiaba y esperaba en ella, ella no podía fallarle o no esperar de Él. Y en la balanza el amor, la misericordia, la fidelidad y la eternidad de Dios ganaron. Ella entendió que era instrumento y que lo único que había qué hacer era confiar, abandonarse: Dios se encargaba del resto. Y así sucedió, aunque ella en muchos momentos no entendió.
Y las cosas comenzaron a ser como María, cuando no había dicho sí, cuando tenía miedos, lo pensó. José la repudió. La razón no la sabemos, la podemos intuir, un hombre bueno que no quiso oponerse al plan de Dios con su esposa y por eso se retira. Él también era un hombre de fe y aunque tal vez no dudó de lo que Dios había realizado en la vida de María, si no supo qué hacer. Y la dejó en silencio defendiendo la vida de esta mujer. Ese ya es el primer milagro después de la anunciación: la sabiduría que concede Dios a José para que obre así, no queriendo hacer daño a su esposa.

Dios no abandona sus proyectos ni se olvida de sus promesas. Dios no deja solos a sus hijos y menos a aquellos con los que puede contar para su obra. Y de nuevo un ángel: de nuevo Dios haciéndose presente e invitando a José a no dudar, a que lleve a María a su casa, que le brinde toda protección y de nuevo un hombre de fe creyendo en Dios, diciendo con su vida si, asumiendo su papel ante la anunciación. Y pronto va en busca de María y la lleva a su casa.

Vale la pena esperar, vale la pena confiar, vale la pena creer y creerle a Dios. Dudas todos tenemos, miedos todos tenemos, pero cuando a Dios se le tiene en el corazón y en la mente, cuando sabemos lo que hace y hasta dónde puede llegar entonces llenémonos de valentía y digamos sí a su obra. Dios viene y nos necesita. Ánimo.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.