CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

ORACIÓN DEL AMA DE CASA

ORACIÓN DEL AMA DE CASA

Jesús, amigo de los seres humanos, aquí vengo a tu presencia, trayendo conmigo el peso y el trabajo de mi hogar. Ante ti quiero recordar lo que dijiste en casa de Martha: “Martha, Martha, tú te inquietas y te preocupas por muchas cosas; sin embargo pocas cosas son necesarias o más bien sólo una cosa es necesaria.

María ha escogido la parte mejor que no le será quitada.” (Lucas 10, 41-42)

Tú me invitas, Jesús amigo, en la persona de Martha a no dejarme devorar por el hacer cosas sin saber por qué o para qué. Martha es la persona siempre ocupada, que no tiene tiempo para nada, ni siquiera para sí misma, mucho menos para los demás. Para ella todo es ordenar, limpiar y limpiar, hacer esto y hacer lo otro. Siempre estar haciendo algo.

Cuando dices en el Evangelio: “Esto les mando, ámense unos a otros entiendo que el amor es lo único que vale la pena: amar más y mejor cada día, con las fuerzas y capacidades, muchas o pocas, que tengamos. Es el Reino anunciado por ti y que encomendaste predicar a los tuyos. Lo demás vendrá por añadidura.” (Mateo 6, 33)

El amor que tú, Jesucristo, nos mostraste como regalo del Padre, será el mejor condimento de mis sopas y el precioso adorno de mi casa. Y si el amor a los demás como a nosotros mismos es la parte mejor, entonces tendré tiempo para los quehaceres de la casa, que haré con calma y con la ayuda de los míos; y también en mi jornada, diaria, semanal, habrá espacio para la convivencia con mis vecinos y la participación en la vida de mi comunidad parroquial.

Tomado del libro Oremos viviendo el amor y la misericordia de Dios No 3

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿Quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿Qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

Oración del ama de casa

Santa Sede

ORACIÓN DEL AMA DE CASA