CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

LA FE NACE DEL AMOR A JESUCRISTO. 3er dom de pascua. Ciclo C?

Hermanos y Hermanas:  

En el marco del tercer domingo de pascua, creemos que es importante plantear tres meditaciones que nos permitirán dar cuenta de los efectos de la resurrección del Señor en la vida de quienes profesamos nuestra fe en Él.

En primer lugar y situados en el texto del libro de los Hechos de los apóstoles (5,27b-32.40b-41) cuyo autor es San Lucas, observamos en el grupo de los apóstoles firmeza, decisión, fe, esperanza y convicción a la hora de estar enfrentados al sanedrín en pleno, que ya antes los había encarcelado y que ahora vetó su predicación fundada ésta en el anuncio de Jesús resucitado.

La identidad de los apóstoles construida después del evento postpascual se dio sobre la base de la valentía y no de la cobardía; sobre la base de la fe y no de sentimentalismos pasajeros, su identidad se construyó sobre Jesucristo manifestado como el Hijo de Dios y ya no solo sobre el Jesús histórico contemplado bajo el paradigma de un liderazgo revolucionario; en definitiva los apóstoles después de la resurrección de Jesucristo eran distintos, eran hombres nuevos y con la suficiente capacidad para dar la vida por aquél que un día la dio por ellos.

En segundo lugar y fijando nuestra atención en el libro del apocalipsis (5,11-14)

Es bueno hacer notar que el universo entero se postra ante Jesucristo Resucitado para rendirle adoración: “digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”. Cristo de acuerdo a lo expresado por el autor sagrado del texto en cuestión, se convierte en el centro del universo a quien los seres vivientes lo aclaman y a quien los ancianos le rinden homenajes. Con base en lo anterior uno de los frutos del resucitado en el corazón de los creyentes, ha de ser el del reconocimiento de Jesucristo como el motor que dinamiza la historia humana y a la vez como el Rey que ha tomado como trono el corazón de cada uno de los hombres y mujeres que anhelan un mundo mejor.

En tercer lugar vemos importante afirmar con el evangelio de San Juan (21, 1-19) que la fe en Jesucristo nace del amor que el creyente pueda tener por Él, con razón Jesús le pregunta por tres veces a Pedro: ¿me amas?, deseando una respuesta firme de aquél Pedro viejo que un día lo había negado en tres oportunidades.

Pedro ahora es un hombre nuevo y por eso está en capacidad de amar a Jesús por encima de su propia vida, el hombre temeroso de la muerte ha desaparecido, ahora contamos con un hombre valiente que lo apuesta todo por Jesucristo, este humilde pescador se ha convertido en la roca sobre la cual un día el Señor edificó su Iglesia.

Hermanos y hermanas, con base en lo planteado saquemos tres conclusiones producto de la resurrección de Jesús en nosotros:

1.- Nuestra fe no se funda en personas o instituciones, se funda en Jesucristo que nos hace hombres y mujeres nuevos y llenos de esperanza a la hora de enfrentar las olas fuertes que la vida nos ofrece. 2.- Nuestra vida es el trono del Cordero de Dios que se ha de constituir en el Rey y en el centro de los corazones. 3.- Nuestra adhesión incondicional a Jesucristo es muestra de nuestro amor y de nuestra fe en aquél que un día nos llamó a echar las redes en el mar de la historia, que ante todo es historia de salvación personal y comunitaria.

Que el Corazón Inmaculado de María sea para todos nosotros modelo de obediencia a la hora de escuchar la voz del Señor: “echad la red”. 

P. Ernesto León D. o.cc.ss

Superior Viceprovincial de Oblatos

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