CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

HOMILÍA PARA EL 6 DE ABRIL DE 2007 VIERNES SANTO

Misioneros Oblatos de los cc.ss de Jesús y María
Isaías 52,13-53,12; Salmo 30; Hebreos 4,14-16;5,7-9; Juan 18,1-19,42
Viernes 06 de Abril de 2007
Viernes Santo

«Buscad la cruz y no la encontraréis en los palacios, ni en las cumbres de las montañas, la encontraréis en el Calvario» P. Matovelle

Propicia está la tarde para hablar de la vida en medio de la gran tormenta de la muerte.

Para muchos el viernes se perpetúa en la cotidianidad sin más remedio que la aceptación de esta condición, una condición de derrota y de tragedia.

Pero les decía al inicio que es bueno hablar hoy de la vida, y afirmar y creer que esta cruz gloriosa, cobra sentido, en cuanto es signo de vida y de victoria.

Jesucristo no se queda crucificado para siempre, pues Él es el Señor de la vida; Jesucristo no se queda sepultado en un sepulcro, Él resucita en el santuario de nuestra propia existencia.

Ante nuestros ojos tenemos expuesto el misterio de la redención, todo un Dios hecho hombre, crucificado y muerto para garantizarnos la resurrección a nosotros.

El drama de la muerte es pasajero, el drama de la muerte para Jesús es transitorio, el drama de la muerte es perecedero, no así la vida que él nos da, no así la resurrección que él nos ofrece, no así la victoria de Jesús sobre la muerte.

Ante nuestros ojos está el misterio de Dios hecho hombre, Jesucristo el sendero de la vida, Jesucristo nuestro Señor, nuestro salvador.
Hermanos y hermanas, nuestra oración hoy ha de ser ferviente pidiéndole al Señor que sean crucificados junto a Él nuestros deseos de muerte, nuestros deseos de hacer el mal, que hoy crucifiquemos junto a Cristo a quienes confeccionan la violencia para que resuciten al reino de la paz y de la reconciliación.

Que hoy crucifiquemos con Cristo, nuestro afán de guerra para resucitar a un escenario de vida y bienestar.

Que hoy crucifiquemos con Cristo nuestras guerras personales, que dejan a su paso odios y resentimientos, para resucitar a la paz interior, a la paz fecunda que deja frutos de regocijo y esperanza.

Crucifiquemos con Cristo nuestras vanas ilusiones, para resucitar a sueños realizables.

Crucifiquemos la poca aceptación de nosotros mismos y postrémonos ante el Señor, diciéndole gracias por el don de la vida.

Crucifiquemos nuestras disputas y guerras fratricidas para resucitar a una patria nueva; crucifiquemos hoy nuestra pereza y resucitemos con Cristo a la fuerza y a la energía necesarias para construir familia, cultura y sociedad.

Crucifiquemos con Cristo, nuestro lenguaje soez que incita a más guerra en medio del conflicto social.
Crucifiquemos hoy nuestras mentiras que hacen grande y enredada la madeja de la corrupción.

Crucifiquemos con Cristo hoy las situaciones de desplazamiento forzoso que hace llorar a tantas personas y aniquila el alma de muchos hombres y mujeres aún antes de haber nacido.

Crucifiquemos hoy la desintegración familiar que deja niños casi huérfanos de amor y de esperanza.

Pidámosle al Señor con el corazón que a todos nosotros nos haga resucitar junto con Él y que nuestra Patria crezca en la semilla de la concordia y de la paz.

Que María Santísima mueva nuestro corazón hacia la configuración con Jesucristo.

P. Ernesto León D. o.cc.ss

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