CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

DIA SEGUNDO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO 7 DE AGOSTO

DIA SEGUNDO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO

Oración para todos los días
Oración de S.S. Pio XII a Nuestra Señora del Tránsito.

 

Oh virgen inmaculada, madre de Dios y madre de los hombres: Nosotros creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu Asunción triunfal en alma y en cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por todos los coros de los ángeles y por toda la legión de los santos: nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerte la pleitesía de nuestra devoción y de nuestro amor.

Sabemos que tu mirada, que maternalmente acariciaba la humanidad humilde y doliente de Jesús, en la tierra, se sacia en el cielo a la vista de la humanidad gloriosa de la Sabiduría increada y que la alegría de tu alma, al contemplar cara a cara la Adorable Trinidad, hace exaltar tu corazón de inefable ternura; y nosotros, pobres pecadores a quienes el cuerpo hace pesado el vuelo del alma, te suplicamos que purifiques nuestros sentidos a fin de que aprendamos desde la tierra a gozar a Dios, solo de Dios, en el encanto de las criaturas.

Confiamos que tus ojos misericordiosos, se inclinen sobre nuestras angustias, sobre nuestras luchas  y sobre nuestras flaquezas; que tus labios sonrían a nuestras alegrías y a nuestras victorias; que sientas la voz de Jesús que te dice de cada uno de nosotros como de su discípulo amado: «Aquí está tu hijo» y nosotros, que te llamamos Madre nuestra, te escogemos como Juan, por guía, fuerza y consuelo de nuestra vida mortal.

Tenemos la vivificante certeza de que tus ojos, que han llorado sobre la tierra regada con la sangre de Jesús, se volverán hacia este mundo, atormentado por las guerras, por las persecuciones, y por opresión de los justos y de los débiles, y  entre las tinieblas de este valle de lágrimas esperamos de tu celeste luz y de tu dulce piedad, alivio para las penas de nuestros corazones y para las pruebas de la Iglesia y de la Patria.

Creemos finalmente, que en la gloria, donde reinas vestida de sol y coronada de estrellas, Tu eres, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los santos; y nosotros desde esta tierra donde somos peregrinos, conformados por la fe en la futura resurrección, volvemos los ojos hacia ti, vida, dulzura y esperanza nuestra. Atraemos con la suavidad de tu voz, para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, a Jesús, fruto bendito de tu seno, oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

AMEN.

DIA SEGUNDO DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO

Un Arcángel anuncia a María su próximo Tránsito.

Era ya tiempo, de que Dios colmara los deseos de la Virgen María; por esto, se cree que así como cuando dispuso que su Divino Hijo se encarnara en las entrañas de la Virgen María le mandó su embajada por medio del Arcángel San Gabriel que solicitó su consentimiento; así ahora le envió por segunda vez al Santo Arcángel para que le anunciara la buena nueva de su felicísimo Tránsito de este mundo a la patria celestial.

«Dios te salve, le diría, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres. Tus clamores han subido hasta el trono de Dios, en cuyo nombre vengo a anunciarte, que llega la feliz hora de tu Tránsito a la patria celestial. Los moradores del cielo ansiamos tu posesión. Dios ha oído nuestros ruegos y quiere satisfacer tus deseos. En breve entrarás en la posesión perpetua de tu Dios, y subirás al cielo, y empuñarás el cetro conquistado con tus méritos, y te posesionarás del trono que Dios tiene destinado para Ti  desde toda la eternidad».

Llena de profundo agradecimiento contestaría Nuestra Señora: «He aquí la esclava del  Señor, hágase en mí según tu palabra». Y al separarse el Santo Arcángel, en transportes de  júbilo, tomando en sus labios las palabras del Profeta, exclamaría: «Se alegró mi corazón  con la buena nueva que acaban de comunicarme que tengo que ir a la casa de mi Dios.

Señor, ¿Cuándo apareceré en vuestra presencia?». Y desahogando su corazón en santos efectos, desearía que por momentos llegara la hora de la ejecución de la gran promesa.

Día vendrá en que te anuncien que has de partir de este mundo. ¿Disfrutarás de contento como la Virgen María? ¿Sentirás repugnancia de abandonar este destierro y valle de  lágrimas? ¿Te aterrará el temor de tener que presentarte en el tribunal de Dios?

Procura imitar la conducta de la Santísima Virgen y no tendrás para qué temer en la hora de tu muerte. ¿Qué debes practicar al efecto? Piénsalo y resuélvete. Pide la gracia que  necesitas y asimismo, las que desees conseguir en esta novena.

GOZOS A LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

En cuerpo y alma elevada,

Virgen Madre del Señor:

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

En la tierra padecía

tristeza tu Corazón

suspiros en profusión

lanzabas de noche y día

al Cielo, que recibía

tus ansias y tu clamor.

 

Muéstrate, dulce…
Un arcángel refulgente

te anuncia dichosa nueva,

que el Señor Omnipotente

al cielo empíreo te eleva.

¡Oh Madre! contigo lleva nuestro

anhelo y nuestro amor.

 

Muéstrate, dulce…
Aunque el tributo rendiste

que debe la humanidad,

Tú, sin mancha original,

intacto tu cuerpo existe

en la tumba, y Dios lo viste

de célico resplandor.

 

Muéstrate, dulce…
Entre coros celestiales

que te alaban a porfía

del Cielo, gran Madre mía,

atraviesas lo umbrales.

Por nosotros, los mortales,

intercede con ardor.

 

Muéstrate, dulce…
El Empíreo proclamaba

tu dominio universal,

mientras Dios te entronizaba

como Reina celestial:

al inválido mortal

tiende el cetro protector.

 

Muéstrate, dulce…
Haz que toda nuestra vida,

prendados de tus primores,

entonemos tus loores,

te alabemos sin medida:

y haz, también que en la partida

nos admita el Salvador.

 

Muéstrate, dulce…
En cuerpo y alma elevada

Virgen Madre del Señor:

Muéstrate, dulce abogada,

del que implora tu favor.

ORACIÓN FINAL

Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya desde este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Amén.

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