CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

ANIVERSARIO DE LA CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS 6 DE OCTUBRE

   

Somos un Instituto religioso clerical que siguiendo el legado del Padre Julio María Matovelle, tenemos como objetivo alcanzar la santidad en el seguimiento de Jesucristo, mediante el humilde servicio, el carácter de víctima y la vida de Hostia y de Inmolación, es decir, el don de sí mismos, que nos lleva a abrazar el sacrificio por amor hasta entregar incluso nuestra vida por los demás. (Cf.Const 94. Art. 1)

Inspirados en el espíritu de las Bienaventuranzas, en el seno de la Iglesia, los oblatos desarrollamos una actitud de permanente disponibilidad interior y exterior, manifestada en la capacidad de amar, de absoluta confianza y trato filial con Dios en el misterio del Corazón Eucarístico de Jesús, teniendo a la Virgen María, en su Corazón Inmaculado, como modelo acabado de entrega y de servicio a Dios y a los hermanos, movidos por la acción del Espíritu Santo como síntesis del amor divino.

El nombre del Instituto (Oblatos) recuerda este fin a sus miembros sacerdotes y hermanos coadjutores, que deben ser hostias inmoladas en aras de la caridad, para la gloria de Dios y la salvación del mundo.

La Congregación de Misioneros Oblatos de los Corazones Santísimos de Jesús y María fundada por el Venerable Padre Julio María Matovelle, el 6 de octubre de 1884 en la ciudad de Cuenca – Ecuador, fue aprobada y bendecida por el Obispo Miguel León el 29 de septiembre de 1887.

NUESTRO FUNDADOR

Es el P. Julio María Matovelle, Nació en Cuenca – Ecuador el 8 de septiembre de 1852, el día de la Natividad de La virgen María. Después de afrontar una niñez muy difícil al ser abandonado por su madre, crece al lado de su tía, quien hizo posible que se educara con los Padres Jesuitas.

El Padre Matovelle desde niño, tomó a la Virgen María de los siete dolores como su abogada y protectora, se consagró a ella e hizo en su presencia aún siendo niño el voto de perpetua castidad, que después con mayor conciencia renovó.

Después de bachiller y perteneciendo a varias asociaciones piadosas, ingresó a la universidad a adelantar estudios de derecho, una vez graduado como abogado, siente el llamado de Dios e ingresando al seminario es ordenado como sacerdote diocesano, luego es elegido parlamentario en varias ocasiones y en medio de esas lides políticas funda la Congregación de Misioneros Oblatos de los Corazones santísimos de Jesús y María en 1884 y posteriormente la de las religiosas oblatas en 1892.

NUESTRA ESPIRITUALIDAD

El concepto de espiritualidad, a menudo se contempla como la forma o formas de relacionarse con Dios, a través de diversas vías; la sacramental, la de las prácticas piadosas, la lectura orante de la Palabra, entre otras; para nosotros la espiritualidad constituye una forma de ser y de hacer a ejemplo e Jesús; mediada obviamente por componentes de tipo humano.

Siete son los pilares que sostienen nuestra espiritualidad y que a continuación los mencionamos; insertos claro está en las fibras de nuestras Constituciones y Directorio primitivos de 1884, pasando por la reforma de 1930, 1975, hasta la última reforma y actualización constitucional de 1994.

1.- Santísima Trinidad.­

El Instituto adora a la augusta persona del Padre como al término último de todas sus inmolaciones; a la divina persona del Hijo como que por el misterio de la encar­nación es el altar de todos nuestros sacrifi­cios en quien y por quien únicamente tienen valor ante Dios nuestras ofrendas; a la amabilísima persona del Espíritu Santo, como al fuego divino que con sus ardores debe consumir todos nuestros holocaustos. Siendo el amor a Dios la virtud principal del Instituto, sus miembros deben profesar un culto muy marcado al Espíritu Santo, que es la caridad consubstancial del Padre y del Hijo.

Cada Oblato se considerará como «un templo vivo del Espíritu Santo», no hará acción alguna importante, sin invocarle brevemente, estará atento a sus divinas ins­piraciones y procurará no hacer nada sino de acuerdo con este divino Espíritu; que debe ser alma de su espíritu y vida de su vida.

Los Oblatos celebrarán con toda solem­nidad la fiesta de Pentecostés,  puesto que la Congregación está obligada a profesar una devoción especialísima al Espíritu Santo, que es espíritu de amor.

2.- Santísimo Sacramento.­

Habiéndose formado el instituto con la mira de reunir almas que se consagren de un modo particular al amor, imitación y culto de la adorable Eucaristía, ha de recordarse que el Corazón Eucarístico de Jesús es la vida, modelo y la regla viva del Instituto. En una palabra el distintivo de los oblatos ha de consistir en copiar fidelísimamente, con el auxilio de la divi­na gracia, el espíritu de víctima de Jesús en la Eucaristía, que constituye el fundamen­to de la espiritualidad oblata y deben tener como dichas especialmente a ellos estas palabras de San Pablo: «Sed pues imitadores de Dios, como hijos muy queri­dos, y vivid en el amor, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma».Ef.5,1-2

La Congregación tendrá a grande gloria testificar la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, reconociendo y confesando su amabilísima soberanía, no sólo en cuanto es Supremo Señor del uni­verso y Rey de todas las naciones, sino también como Padre y Superior del Insti­tuto, a quien sus miembros deben recurrir con la más tierna confianza como al único y eficaz remedio de todas sus necesidades.

Los religiosos oblatos ofrecerán diaria­mente todas las obras, por los fines eucarísticos Adoración, Acción de Gra­cias, Reparación y Súplica.

El Jueves Santo, fiesta litúrgica princi­pal de la Sagrada Eucaristía, la celebrarán los oblatos con toda solemnidad, al igual que la del «Corpus Christi», el Jubileo de las cuarenta horas, los jueves eucarísticos, don­de sea posible la adoración perpetua y otras prácticas eucarísticas.

La Congregación en general y cada uno de sus miembros en particular, se ofrecerán como víctimas mediante la siguiente fórmu­la:

«Por amor de Dios, Yo N.N., enteramente y para siempre me ofrezco y consagro a mi Señor y Dios como oblación y hostia. Amén. Oh Jesús, para ti vivo, oh Jesús, para ti muero, oh Jesús, tuyo soy en la vida y en la muerte. Amén.»

Espíritu del Instituto estará expresa­do en esta sigla: O.A.D. (Ob amorem Dei) «Por amor de Dios», que es la inmolación por amor.

3.- Corazón de Jesús.­

Para dar consistencia y valor a estos santos compromisos el Instituto está con­sagrado de modo solemne al Corazón de Jesús, ya se tome como el órgano nobilísimo que palpita en el pecho del Verbo encarna­do, ya como el símbolo natural de su amor divino y humano al Padre y a todos y cada uno de los hombres o ya, mejor, como la persona misma de Nuestro Señor Jesucris­to.

La espiritualidad del Corazón de Jesús al adentramos en la vida íntima de Cristo, que nos amó con corazón de hombre, nos descubre su caridad y nos impulsa a com­partiría. Esta espiritualidad y culto arrai­gados desde hace mucho tiempo en la Iglesia, está apoyada sólidamente en la Sagrada Escritura, la Tradición, la Sagrada Liturgia y el Magisterio que la han tributa­do innumerables y magníficas alabanzas.

La devoción al Corazón de Jesús es el culto a su amor divino y humano, el compendio de toda la religión, la profesión más com­pleta de la vida cristiana. A través de este culto los oblatos amarán más y más a Dios y se entregarán más fácil y libremente a la divina caridad y al servicio apostólico.

El Superior General, y los superiores locales en sus casas, renovarán solemne­mente cada año el día de su fiesta y los Primeros Viernes la Consagración del Ins­tituto al Corazón de Jesús, mediante la fór­mula acostumbrada.

El Mes del Corazón de Jesús se celebra­rá en todas las casas de los oblatos con especiales actos litúrgicos y pastorales.

En virtud de esta consagración estarán obligados todos los miembros del Instituto, en la medida de sus gracias y fuerzas a propagar entre los fieles la devoción al Co­razón Santísimo de Jesús.

4.- Corazón Inmaculado de María.­

Después de Nuestro Divino Salvador, la Santísima Virgen María ha de ser objeto de muy particular culto litúrgico y verdadera devoción por parte de la Congregación, que, de igual manera que al Corazón de Jesús, se consagrará también al Corazón Inmaculado de María.

El Instituto ha de mirar a la Virgen Santí­sima como el modelo más acabado de la vida de Hostia y de Inmolación, después de Cristo Señor Nuestro; por lo cual y, habiendo germinado la Congregación en el Corazón Purísimo de María, debe ésta esforzarse por ser en todo conforme a ella.

Cada uno de los miembros del Instituto se consagrará al Corazón Purísimo de María el día de su profesión religiosa.

El Superior General y los Superiores locales en sus casas, renovarán cada año el día de su fiesta y los primeros sábados, la Consagración del Instituto al Corazón Inmaculado de María mediante la fórmula acostumbrada.

La Congregación ha de venerar a la Santísima Virgen bajo todos sus títulos, pero especialmente en los de su Corazón Inmaculado y de sus Siete Dolores. Ha de celebrar con regocijo sus fiestas.

Los sábados, que están dedicados por la Iglesia a honrar a la Santísima Virgen María, se mantendrán y se revitalizarán las prácti­cas y ejercicios de piedad en honor a su Corazón Inmaculado. Se promoverá la co­munión de los Primeros Sábados.

5.- Reinado Social de los Corazones Santísimos.- «A JESÚS POR MARÍA»

Para que vivan y sientan cada día más con la Iglesia y se entreguen totalmente a su misión, los oblatos trabajarán en las naciones por el REINADO SOCIAL de los Corazones Santísimos de Jesús y de María.

El Reinado Social se conseguirá con la ejecución fiel del «Plan Global» de la Con­gregación, y cumpliendo las exigencias del artículo 65 y siguientes de las Constituciones.

Los Oblatos promoverán en el pueblo cristiano la consagración individual y social a los Corazones Santísimos de Jesús y de María con una adecuada acción pastoral que evangelice la realidad religiosa, política, social, económica y ecológica, de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia.

6.- Santos Patronos de la Comunidad.­

De acuerdo con la Tradición, la Iglesia rinde culto a los Santos y venera sus imá­genes y reliquias auténticas. Las fiestas de los Santos proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejem­plos oportunos de imitación.

La Congregación tendrá como Patronos Principales

1) Al Patriarca San José (19 de Marzo);

2) A San Miguel Arcángel y los nueve Coros de los Ángeles (29 de Septiem­bre);

3) A San Juan Evangelista (27 de Di­ciembre);

Y como Patronos Secundarios a:

1) Santa Mariana de Jesús (26 de Mayo);

2) Santa María Magdalena (22 de Ju­lio);

3) San Felipe Neri (28 de Mayo);

4) San Francisco de Sales (24 de Enero) y

5) Santa Margarita María de Alacoque (16 de Octubre).

Sus fiestas se celebrarán con piedad y devoción en el Instituto. Venerando la memoria de los Santos deben los Religio­sos esperar tener parte con ellos y gozar de su compañía.

Se promoverá el estudio de la vida y obras de los santos patronos, especialmente en las casas de formación.

7.- EL CUARTO VOTO DE LOS OBLATOS: EL VOTO DE INMOLACIÓN

«… con Cristo estoy crucificado.» Gal 2, 19.

El voto de inmolación consiste en ofrecer a Dios el sacrificio, no sólo de las propias ventajas y comodidades, sino has­ta de la vida, si así lo exige la obediencia. Este voto comprende la profesión estable del sacrificio y hace de quien lo emite una hostia perpetua.

El sacrificio es la ley del amor: Jesu­cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como oblación y hostia; por esto los miembros del Instituto, urgidos por el amor de Cristo, se entregan a El por la inmolación. Ella es la prueba del amor más grande, que hace descubrir la relación mis­teriosa entre la renuncia y la alegría, entre el sacrificio y la amplitud de corazón, entre la disciplina y la libertad de espíritu.

Los oblatos por el voto de inmolación, a fin de estar configurados con Jesucristo, an­helan llegar al más alto grado de imitación y semejanza de El, de quien dice el apóstol que se «ofreció hasta la muerte y muerte en cruz».

De todos los apostolados el más fecundo aunque el más desconocido, es la inmolación. Inmolarse es salvar, morir es fructificar.

Dios ha puesto su omnipotencia en manos de las víctimas; por tanto el Voto de Inmolación tiene una dimensión social en el instituto, formando como una asocia­ción de víctimas para que en nombre y lugar de la sociedad, se ofrezcan incesan­temente al Señor en unión de la Hostia divina de nuestros altares, por el adveni­miento del Reino social de nuestro Señor Jesucristo.

Por el espíritu de inmolación, no sólo cada miembro en particular sino el Institu­to en general han de considerarse como otras tantas víctimas sacrificadas en aras del amor por la salvación del mundo, prin­cipalmente de la América: negándose pues a sí mismos, acepten como propia la cruz del Señor.

Los miembros del Instituto honrarán espe­cialmente al Sagrado Corazón de Jesús en su calidad de Víctima Inmolada a su Eter­no Padre; y el culto más agradable que puede ofrecerse a nuestro Redentor Divino es la imitación fiel de sus virtudes.

Los oblatos se considerarán como víc­timas ofrecidas al Eterno Padre en unión con el Corazón inmolado de Jesús y colocadas constantemente sobre el altar del sacrificio;

Los oblatos recordarán que, en virtud del voto de inmolación, ya no se pertenecen a sí mismos, ni tienen derecho a quejarse de las tribulaciones y pruebas a que los sujete la Providencia Divina;

En todas las circunstancias tanto prós­peras como adversas de la vida verán otras tantas ocasiones propicias para ofrecer a Dios ya sacrificios de alabanza y acción de gracias, ya de expiación y reparación;

Ofrecerán sus sacrificios por las mis­mas intenciones por las cuales la Divina Víctima fue inmolada en el Calvario y re­nueva este mismo sacrificio en el altar, pedi­rán de modo especial por el Papa y la Santa Iglesia, por el Episcopado y el Clero y por todos los Gobiernos de la tierra.

Se prepararán para la muerte y la acep­tarán cuando llegue considerándola como la consumación de su sacrificio

Y renovarán a la hora de la muerte, con la mayor solemnidad posible, su voto de inmolación, tornando a ofrecerse a Dios como victimas por toda la eternidad, y así los oblatos llegarán a ser personas de un don total.

El Voto de inmolación se emitirá de una manera definitiva, pasados diez años de la profesión perpetua. Los religiosos que desearen su mayor perfección solicita­rán por escrito la profesión de este voto, libre espontáneamente, al Superior Ge­neral, quien para dar respuesta, oirá el voto deliberativo del Consejo General.

Los oblatos que voluntariamente de­seen hacer profesión del voto de inmolación

Previa preparación, lo realizarán mediante lo señalado en el Ritual de la Comunidad y con la siguiente fórmula: «En la presencia del cielo y de la tierra, y de vos Rmo. Padre Supe­rior General, yo hermano N. N., todo me consagro al Divino Cora­zón de Jesús, por intercesión y por medio del Corazón Inmaculado de María, y hago Voto Perpetuo de Inmolación, conforme a las Cons­tituciones y Reglas de nuestra Congregación, inmolándome con Jesús y por Jesús, como Hostia ofrecida al Eterno Padre en unión con la Víctima divina de nuestros altares y por los mismos fines con que ella es inmolada en el augusto sacrificio de la Misa. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Siendo el voto propio de la Congrega­ción, debe ser particularmente vivenciado por los Oblatos y hecho con especial recono­cimiento de la misericordia divina. Procuren los superiores y formadores moti­var y preparar la emisión y vivencia del espíritu de este voto entre los miembros del Instituto especialmente con el testimonio vivo de la caridad sacrificada del don total de sí mismos y de la unión completa con el Señor.

En virtud de este voto, cuando los Superiores nombrados en el artículo 146, exigiesen de un miembro de la Congrega­ción un sacrificio conforme a los fines del Instituto, y lo exigiesen precisamente en fuerza del voto de inmolación, deberá bajo culpa grave, cumplir el sacrificio deman­dado, aún cuando con ello hubiese de po­ner en peligro la propia vida.

Los Superiores se cuidarán de no imponer tales preceptos sino en los casos y con las formalidades expresadas relativa­mente al voto de obediencia.

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