CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

41. CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

Jesús mío, Dueño adorado, que escondido en el Sacramento del amor os quedasteis aquí conmigo para endulzar mi destierro ¿Cómo no consagrarme yo a consolaros en el vuestro?. Ya que Vos me dais vuestro Corazón ¿Cómo no entregaros yo el mío? Verdad es que al ponerme en vuestras manos, granjeo mi propia ganancia, hallando el inestimable tesoro que se encierra en un corazón amante, desinteresado y fiel, cual desearía yo fuese el mío. ¡Ay Señor! bien veo que siempre estoy recibiendo y que nada puedo dar. Imposible me es competir con Vos en generosidad, pero sabed que os amo. Dignaos aceptar mi pobre corazón aunque nada valga; algo será para Vos pues que le amáis; hacedle fiel y guardadle.

Os consagro, oh Corazón Eucarístico de Jesús, todas las potencias de mi alma y las fuerzas de mi cuerpo; quiero esforzarme en conoceros y amaros más y más cada día para haceros conocer y amar; no deseo trabajar sino a gloria vuestra, para cumplir la voluntad de vuestro Eterno Padre. Ofrezco todos los instantes de mi vida, deseando que sean otros tantos actos de adoración ante vuestra real presencia, de acción de gracias por el incomparable beneficio de la Eucaristía, de reparación por nuestra cruel indiferencia, y de incesante súplica a fin de que ofrecidas por Vos, se eleven nuestras oraciones purificadas y fecundas hasta el trono de la misericordia divina para su eterna gloria.

Amén.

Fuente: Manual de Piedad Misioneros Oblatos

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿Quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿Qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

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